20 enero 2014

Ppsssss...


Tengo que confesarlo, si, no me queda otra, tras horas de recogimiento conmigo mismo, retromirando y viéndome una y otra vez, tengo que confesarlo, el sábado pasado día dieciocho de enero hice el ridículo pero no un ridículo cualquiera no, hice un ridículo espantoso, el mayor de los ridículos, un ridículo que pasará a la historia de los ridículos precisamente por eso, por ridículo ridiculísimo de la muerte.
Cinco de la tarde más o menos, hora de los toros, el Pobre Pin, solo y aburrido en casa toma la decisión de salir a dar una vuelta y si eso..., quizás ir a comprarse unos vaqueros. Error craso error.
Hasta llegar a la tienda cuyo nombre y ubicación para nada estamos dispuestos a confesar, todo era un paseo de rosas, el aparcamiento fácil, a la primera y en pleno centro, cafetito en el sitio de siempre y paseo hasta la tienda.
Al llegar, dos empleadas, una jovencita que podría ser mi hija y otra no tanto que me reciben con sonrisa profidén, evidentemente, yo no podía ser menos y les contestas con un hoolaaaaa que encamine y proyecte lo que debe ser una aunque breve, cordial, cómoda y agradable relación vendedora-cliente, soy de los que pienso que al que trabaja cuando menos hay que intentar hacerle su labor lo más agradable posible y además, poco cuesta y mucho se gana con la simpatía por delante.
La obstrucción mental post-ridícular me impide calcular la gente que podía encontrarse en aquella pequeña tienda de escasos treinta metros cuadrados, poca, a tenor de la sensación vivida habría no más de ocho o diez mil...
Pues bien, lo dicho, nada más entrar, a la menos joven de aquellas chicas, con toda la amabilidad del mundo le pido un pantalón vaquero, Levis modelo 501 de la talla 36-32, no hay dudas, mi talla siempre ha sido la 34-32 pero como últimamente la ropa encoge cuando me la pongo pues pido esa. Voy a lo fácil, yo solo uso ese pantalón, osea, que no tengo que dar muchas vueltas ni andar probándome nada, tarea que me desespera, precisamente por eso uso ese pantalón.
La chica, encantadora por cierto, me lo da pero yo, como a cuenta del no fumar digamos que he sufrido cierta expansión corporal, pues no se me ocurre otra que querer probármelo antes de salir de allí, hay que tener en cuenta que en ese momento llevaba puesto uno de la talla 34-32 y cuando menos... me costaba abrocharlo la de Dios.
Entro en aquel diminuto probador, de espaldas al mostrador donde se encontraba la otra chica doblando ropa como una loca, hacía calor, me desprendo de la cazadora y la cuelgo allí dentro, una vez descalzo me quito el que llevaba puesto, y al levantar la pierna izquierda para probarme el nuevo... me echo hacia atrás para apoyarme en la pared y.... la viiiirgen!!! No había pared donde apoyar el culo!!, no, no la había, me apoyé en una triste cortina marrón no apta para respaldo alguno y mucho menos el del culo. 
Evidentemente, mis ciento seis kilos cayeron desplomados hacia atrás, justo justo hasta la mitad de la tienda y a escaso medio metro de la dobladora de ropa que se quedó estupefacta al verme allí tirado. Había que verme en el suelo, en calzoncillos, con los calcetines ejecutivos hasta más allá de lo decoroso que limitan los gemelos, con el vaquero sin estrenar en la mano izquierda y la cortina arrancada en la derecha, había que verme...
Las chicas en primera instancia con una cara de susto impresionante, toda su preocupación era el saber si me encontraba bien, si me había pasado algo. Evidentemente, después su única preocupación era el que yo no les notara como se partían el culo de risa, no sabían dónde meterse pero yo que soy un caballero se lo puse fácil, no les miré a la cara. 
En aquel momento, por alguna extraña razón debió de haber una alineación planetaria o algo parecido que motivara que la tienda se petara de gente justo en el momento en el que me encontraba en cazoncillos allí en medio pero, no me quedaba otra, me había cargado el probador, había que volver a enganchar la cortina pero ese ya no era mi problema, osea que tenía que probármelo a culo descubierto y así lo hice mientras me entraba la prisa, notaba calor en las mejillas y solo pensaba en salir de allí. Veinte segundos bastaron para probármelo, quitármelo, ponerme el viejo, calzarme y sacar la tarjeta para pagar.  De Guinness.
El murmullo de la tienda delataba lo que tenía que haber sido una imagen tan cómica como patética, a todo Dios le costaba aguantar el tipo, toda la gente me daba la espalda, el caso es que... yo, para facilitar el que se pudieran descojonar con total tranquilidad, mirando hacia las cámaras de seguridad solo se me ocurrió decir..." por favor, espero que ésto no salga en Youtube...", ya está, se lo puse fácil, nunca una parida tan tonta podía haber hecho tanta gracia, allí se descojonaban hasta las perchas.... 
Salí de allí a toda leche, sin levantar la mirada, y buscando chusma entre la que mezclarme, notaba las miradas en la nuca, como si toda la tienda hubiera salido a la calle y dijera... "mira, allá va el del piñazo", que vergüenza por Dios pero el caso que si, lo confieso, era yo si, pero todo tiene que tener una lectura positiva, estoy pensando que he debido de adelgazar la de dios puesto que me echo hacia atrás, no encuentro apoyo, doy dos pasos, trinco y arranco la cortina, me pego una culada de impresión, rozo con la cabeza el suelo y..., ¡¡¡no salí rodando!!!
Son cosas que pasan pero aún así, ésta es una ciudad pequeña osea que va a ser cuestión de dejarme barba y a correr, vamos, lo que se dice actualizar mi perfil y... a callar Maricarmen que aquí no ha pasado nada... 
Psssss