17 octubre 2015

Escuchando a Fito.

Cuando yo era pequeño, mi maestros (que entonces eran maestros), a mis padres les comieron la cabeza pero bien, le repitieron hasta la saciedad que yo era muy inteligente, que sacaba los exámenes con la gorra mientras me tocaba el entonces incipiente y apenas velloso apéndice e incluso en un alarde de temeridad impropio de un mentor, hasta se atrevieron a asegurar que yo tenía un gran futuro por delante..., menudos adivinos.
A mi padres les engañaron como a chinos. Nadie les avisó que a mi las matemáticas comunes me daban el lógico repelús por inutilidad que aún hoy hacia ellas conservo, de hecho, tengo cincuenta y tantos y a la espera estoy de tener que utilizar una sola vez algún logaritmo neperiano o una triste integral de esas. 
Nadie les avisó que con la física y química me salían zarpullidos que la pobre de mi madre pensaba que eran granos por la aversión que tenía al olor a garbanzos de cada sábado y que aún hoy por cierto conservo en lo más íntimo de mis gustos gastronómicos, tampoco les advirtieron de mi congénita repulsión a lo fútil de lo inútil como por ejemplo la geografía económica o la estadística, asignaturas que provocaban en mi una extraña y diabólica posesión que se manifestaba con súbita somnolencia y hasta narcolepsia infantil, nadie les informó que yo era un chaval raro por entonces al que le gustaba la literatura, el latín y el griego, nadie les informó de que no por mucho estudiar se va a ser más feliz y que lo mejor es que cada uno elija su destino con arreglo a su gusto o vocación así que, pasó lo que tenía que pasar... que una vez mal acabado el asqueroso COU salí corriendo a tal ritmo que... me río yo de Forrest Gump.
Creo que allí mismo, junto al arbolito del Insitituto Santa Clara al que de forma habitual hacía compañía cada día un diferente, seco y solitario excremento canino, quedaron para siempre abandonadas las esperanzas de mis queridos padres. Menos mal que por detrás venía mi hermana para enmendarme la plana con creces, pero creces además... lo que por un lado sirvió para la inevitable, lógica y evidente comparación y por otro para orgullo mío por supuesto. No podía ser de otro modo.
Hay que educar a los padres con aspiraciones, hay que decirles que la cultura se adquiere leyendo y no estudiando, escribiendo y no dictando, viajando, viendo mundo y conociendo gentes, que hay que estudiar menos y aprender más, que hay licenciados con menos cultura que un tapacubos por no distinguir el correcto uso de la uve y la be, que desconocen la diferencia entre ahí, ay y hay, que se pierden entre haber a ver, echar y hechar y ni puta idea tienen de por dónde coño desemboca el Miño, que hay listillos con diplomaturas  a patadas con menos vida que un lagarto en la M-30, que la mitad de ellos no conocen las Rimas, no saben quienes son los Rinconete y Cortadillo, El Buscón, el Lazarillo, Fuenteovejuna o Trafalgar de Pérez Galdós y mariconadas de esas a las que mira por dónde a mí me dio por interesarme, eso si, a tiempo parcial, por gusto y sin obligaciones, exámenes ni requerimiento alguno. De otra forma igual no lo hubiera hecho, bueno es más, seguro que no lo hubiera hecho.
Pasaron los años, muchos años y hoy, casi o sin casi resulta que debo ser el más tontuco de mi cuadrilla, de mis amigos de siempre, de los de verdad, grupo donde el que no se hizo médico acabó como ingeniero y el caso es que... oye,  pues mira, resulta que yo también soy... moderadamente feliz, quizás sea por lo mismo que ellos, por ser lo que quería ser y no hacer lo que querían que hiciera, por lo que sea que no es, no lo sé, no entiendo de verdades a medias, lo que sé es que como dice Fito, "el colegio nunca me enseñó..." y además en la vida la historia se repite y mira por dónde a mí me toca de cerca, muy de cerca.
Ahora pienso en Don Domingo, Don Pantaleón o Don Carlos, les recuerdo con una sonrisa, con cariño, pobrecillos, eran muy buena gente, muy buenos, buenísimos maestros que no acertaron conmigo y que yo... me equivocaría otra vez.
Se me acabó el café, se me ha echado la mañana encima, el tiempo pasa volando y más aún escuchando a Fito. 

08 octubre 2015

Dos alianzas.

Hoy no pensaba pensar, el pensar no es bueno, es más, a veces es tóxico y hasta puede llegar a doler pero, ya de madrugada sentí que hoy algo no estaba en su sitio, algo fallaba,... yo.
Hoy era una mañana de compras, lo de ir de tiendas es una pena accesoria a la condena del matrimonio, yo tengo una especial habilidad para esquivar las tentativas pero hoy no hubo manera, me cortaron la retirada dejándome sin escapatoria y eso que tenía un plan infinitamente más relajado, confortable y placentero pero... Mañana de compras.
Después del mercadeo, sobre las dos y media, tras el vermú y tal... entramos a comer en un conocido restaurante de la capital, un sitio al que solemos ir con cierta asiduidad. 
No había nadie, el comedor estaba vacío, nos sentamos al fondo y al poco de ser atendidos vemos entrar a un  señor mayor al que nada más divisar, por algo que no sé que coño pudo ser me llamó poderosa y extrañamente la atención. Andaba con dificultad, se apoyaba en una muleta y se dirigió directamente a la única mesa del comedor que tenía preparado servicio para un solo comensal, detalle éste que me hizo pensar que esa era su mesa diaria, la mesa del hombre solo.
Le costó Dios y ayuda el poder sentarse, sus maniobras y sobre todo su gesto de dolor evidenciaba problemas de cadera y rodillas. No tuvo que pedir el menú, el propietario del restaurante le trajo comida aparte de la anunciada para hoy, nada más sentarse, con voz cansada por el esfuerzo se dirigió a nosotros con un "muy buenas tardes señores, que les aproveche."
Sabía que no había fallado, lo sabía, sabía que ese hombre de unos 80 años era una persona muy especial al que de forma instintiva y sin poder evitarlo desviaba yo permanentemente mi atención. No apoyaba los brazos en la mesa, se agarraba a ella por ambos costados, en el dedo anular de su mano derecha llevaba dos alianzas, la suya y la de la soledad, la mirada perdida al frente y su gesto, aunque placentero por fuera, terriblemente triste por dentro.
Le trajeron el primer plato, cargaba la cuchara con sumo cuidado, sin prisa, comía despacito, con todo el tiempo del mundo y entre cucharada y cucharada abrazaba de nuevo la mesa, manteniendo la mirada perdida en su mente, en limbo de la nada, mirando a ningún sitio, a la inmensidad de su vacío interior, del comer solo cada día.
Pasa el responsable y le pregunta si le gusta lo que le había puesto para comer y él responde afirmativamente expresando su gratitud de forma tan educada como efusiva y con especial hincapié en su calidad y exquisitez a lo que aquél, con sumo respeto y cariño le responde, "da lo mismo lo que le ponga, a usted siempre le gustará".
Ese señor es un hombre solo, con rictus de disimulada tristeza, deseando poder hablar con alguien, muy educado y muy solo, tremenda y terriblemente solo. Lo canta su indisimulable mirada.
Me imaginaba por un momento su cruel rutina. Comida siempre a las dos y media en la mesa de siempre del restaurante de siempre, a las cuatro café en el lugar de siempre con el camarero de siempre, paseo hasta las seis por el ruta de siempre, a las siete y media en casa porque en la tele ponen lo de siempre, a las ocho y media la cena de siempre, dos piezas de fruta, yogur y a las nueve en la cama, solo, como siempre, con la soledad, los recuerdos, la ausencia y la frialdad de unas blancas sábanas como única compañía. Como siempre.
No me equivocaba, sabía que no me equivocaba, hasta mi mujer me dio la razón. Al levantarnos pasé junto a él... "Que aproveche Señor y muy buenas tardes", sin dejar de abrazar la mesa levantó la cabeza, fijó en mi cara su triste mirada y agradeció mis deseos de una forma única, sincera, pura y entrañable diciéndonos... "Muchísimas gracias parejuca, feliz tarde". Mi alma se tambaleó.
Sabía que no me equivocaba, lo sabía, me hubiera encantado poder haber compartido mesa y mantel, estar, charlar con él, con ese hombre con aura, un ser entrañable y especial, muy especial, un hombre solo, tremendamente solo. Sabía que no me equivocaba con aquel señor, con el hombre que abrazaba la mesa, el de las dos alianzas.

29 septiembre 2015

Amor sin fin.


Hoy, hablando con mi gran "Chuggi" salió ella en la conversación con el argumento más tonto que podía motivarlo, el cachondeíto que se traía mi colega con mi modelito de camisa vaquera, tonto el motivo pero salió y cuando salió es porque estaba y está dentro.
Hay muchas formas de querer y sentir, no es el mismo el sentimiento que despierta cada persona al arraigo de su condición, no puede ser el mismo. Hay muchas clases de amar, mucha diferencia entre quereres, hay muchísimos sentimientos exclusivos, privativos y únicos, tantos como seamos capaces de sentir, almacenar y expresar.
A un amigo se le quiere como sólo se puede querer a un amigo por mucho que se le quiera, si no se le quiere... no es amigo. A la esposa, los hijos, los nietos, el padre y la madre sólo se les puede querer como se puede querer a la esposa, los hijos, los nietos, el padre y la madre, son sentimientos individuales y diferentes, particulares y reservados de forma exclusiva a cada uno, hay tanta diferencia que a algunos de ellos no se les quiere, simplemente se les adora, se les venera y admira sin fin y hasta el final, no se proyecta el mismo amor a una madre que el que sientes por una nieta, son diferentes, ni mejores ni peores, diferentes, únicos y complementarios en su diferencia.
Hay otro sentimiento irrepetible y diferente a todos que rebasa el querer, que deja atrás la admiración hasta minimizar el amor, es un sentimiento único e irrepetible en la vida, es pureza derivada de una mezcla de bondad, ternura y dulzura que entrega con una generosidad ilimitada simplemente con su mirada. Cada persona imagino que lo habrá sentido alguna vez y por alguien diferente, nadie debería pasar por la vida sin disfrutarlo, sin vivirlo, sin sentirlo, nadie tendría que perdérselo. Como dice alguien que conozco, es lo más de lo más.
Yo tuve esa suerte gracias a ella, a la que hoy salió en la conversación gracias al modelito de mi camisa, una de las personas que más he amado y amaré en mi vida, mi abuela Andrea. Siempre y para todos tenía su sonrisa, su cariñoso gesto, su alegría de vivir. Recuerdo que cuando le pegaban aquellos ataques de amor me cogía la cara con ambas manos, se me quedaba mirando y con una sonrisa enorme me decía… "que guapo eres jodíoporculo" para después lanzarme una ráfaga de besos de repetición en la mejilla despidiéndome con un…¡¡¡…y que lambucero!!!".
Han pasado años, muchos años, muchísimos. Mi hermana -que por algo será por lo que también se llama Andrea- me dice que quizás la tenga idealizada, que mi devoción hacia ella haya sobrepasado la realidad y los límites de mi recuerdo, me da igual, yo sé lo que sentía y siento hoy treinta y cinco años después, aquello era amor sin límite, en su caso… pasión de abuela, aquello era, es y siempre será, un sentimiento irrepetible, un amor sin fin.
Hoy tocaba.

29 agosto 2015

Cruz y raya.



A estas alturas me debo estar un haciendo un maníaco no peligroso. Hay algo cada vez más en boga a lo que no me acabo de acostumbrar, yo no digo que esté bien o mal, sea o no lo que haya que hacer y lo correcto pero a mí me puede… 
Evitando citar nombres. Hace un par de días me senté con tres personas más a tomar un café en la terraza de una conocida cafetería de Pijolandia, instalaciones que antes ocupaba una estación de servicio de la que solo se salvó su marquesina por lo antiguo y original de su diseño, pues bien, allí, bajo ese artilugio montaron el garito.
Antes de aposentar nuestras nobles nalgas aparece raudo y veloz el camarero, al que ante su apremiante, urgente e inaplazable petición de comanda, le encargamos la consumición con miedo hasta de primero pensarlo y a todo correr.
No habían pasado tres minutos y ya estaban los cafés en la mesa y antes, pero bastante antes de terminar de echar la leche ya nos estaba informando del importe de la consumición con el ticket sujeto entre el dedo corazón de la mano izquierda y la bandeja "plateá".
Tocadura escrotal. Evidentemente y con la educación debida por supuesto, algo le tuve que decir..., no me podía callar puesto que dignidad y vergüenza obliga y no teníamos ninguno cara de chorizos y muchísimo menos por tan ridículo botín, pero a lo que vamos,... estará bien o mal, será o no muy profesional la historia, lo harán por norma, no lo sé, yo lo que sé es que de chaval trabajé bastantes veranos en la hostelería y no hay profesión en este mundo con más psicólogos y de los auténticos, de los buenos, de los de verdad, de aquellos que sin darse importancia alguna sabían lo que ibas a pedir desde antes que abrieras la boca, de los que desconfiaban del cliente desde verle cruzar la calle y nunca se equivocaban, nunca.
Las cosas como son, pegársela a un camarero es más difícil que remar en un botijo y hay un principio basado en la productividad de la causa-efecto por lo que no estoy yo muy seguro si les merecerá le pena tanta historia para evitar un sinpa de seis pavos pudiendo de esa manera perder muchos clientes maníacos no peligrosos como yo de los que encima dejamos bote...
En fin, que a mi no me gusta ná de ná esa práctica así que en lo que a mi respecta y en cuanto al lugar en cuestión… cruz y raya.

30 marzo 2015

Nada es como antes.


A las siete de la mañana ya estaba yo tomando café, que pena, nada es como antes. Hemos perdido el romanticismo de los restos y el sedimento, lo melancólico de la bayeta para todo. Como echo de menos aquellos bares de siempre, españoles, castizos con dos cojones y medio, bares de camarero con trapo de cuadros al hombro y delantal por la cintura, barras de madera vieja y adherente, superficies pegajosas sin formica donde te tiraban un puñado de cacahuetes para pasar la caña, para ti y para el que viniera detrás, aquellos platillos de aceitunas rebosantes de caldo, los suelos petados de colillas, huesos de oliva, servilletas usadas y cáscaras de frutos secos, aquellos tubos metálicos donde apoyar el pié para mantener el equilibrio como punto de apoyo perpendicular a la barra, aquellos váteres-gimnasio de agujero al suelo... Nada es como antes, hoy te ponen el pincho con una ramita de perjil en un plato cuadrado donde cabe la tortilla entera, el café con galletita en bolsa cerrada y los camareros no tienen las uñas negras. Pena de evolución. Nada es como antes.

25 marzo 2015

Túnicas moradas.


Ya están aquí, ya vienen los siniestros de la caperuza, los tenebrosos sin causa, pero tranquis todos que no pasa nada, no es el kukusklán ni nada parecido, es la semana santa y eso está muy bien, son unos días de fiesta cojonudos para escaparte por ahí y además suele hacer muy bueno excepto en Sevilla que llueve siempre, pero bueno, a decir verdad es que hay cosas de la semana santa que por lo extraño y a veces lúgubre, llaman la atención y algunas hasta acojonan y eso que afortunadamente ya no es como antes, entonces era peor y encima no tenías vacaciones.
Eran días tristes y de cara circunstancial por decreto, de pena fingida y miradas mudas, todo estaba cerrado. En la tele, procesiones, conciertos interminables, misas eternas y pelis de romanos y en la radio no era muy diferente, música de paso lento y locutores con voz afligida, compungida, como de paciente en pleno tacto rectal, además, el copuleo era pecado mortal y estaba prohibido hasta sonreír, de hecho, nos decían que eran días de pena, ayuno, reflexión, purificación, cognición, sacrificio, arrepentimiento y la virgen santa, osea, que por cojones tenía uno que sentirte como un penitente temeroso, acojonado, mal consigo mismo y culpable de no sé qué...
Hoy ya no es lo mismo, es más, los curas alternan con güisqui con cola y en la tele hasta echan pelis de Bruce Willis, pero aún así, el coso sigue teniendo su cosa, su queseyó, como lo del ramadán cristiano por ejemplo, lo que viene a ser la dieta por Ley. Se trata del rito de no comer carne los viernes de cuaresma, ni carne ni embutido ni nada rico que se le parezca, pero el caso es que hace años el asunto era cojonudo..., no podías catarla a no ser que fueras militar, picoleto o te presentaras en casa del cura y pagaras la bula, vamos, lo que viene a ser que,... o sueltas la panoja o te jodes y cuidadín que otra cosa era el como podías salir de allí, dicen las malas lenguas que desde su habitación tenía unas vistas a Cuenca que flipas. Eso dicen... 
Luego está lo de la penitencia pública, eso si que acojona. Los hay que van de rodillas con la espalda hecha polvo por auto flagelo con una especie de látigo que flipas, los que se dejan crucificar con clavos de los que pinchan de verdad, los que van amarraos con una soga a una cruz que debe de pesar la de Dios o los que les da por ir de rodillas arrastrando una cadena de la virgen mientras recorren siete iglesias. No me digas que eso no acojona..., el caso es que extrañamente, los arrepentidos esos no pisan una iglesia el resto del año ni pa cristo...
No es un tópico, es lo típico de estas fechas, son cosas de siempre como el cura bajo palio, los gestos sin sonrisa, las estampitas de cristos espinados, los nazarenos, los burkas en mirada ajena, los capirotes macabros, el beato boato, los lentos redobles de tambor, los profundos berridos de llanto, las saetas desde la ventana, los balcones alquilados, los trajes oscuros, las corbatas negras, las mujeres de luto, las mantillas misteriosas, los medallones al pecho, los cirios encendidos, la cera derretida, las palmas de ramos, los ramos de olivo, el olor a incienso y las mil y un procesiones petadas de devotos que al día siguiente te puedes encontrar en cualquier antro de lucecitas de neón y mujeres en bragas. Es lo de siempre, lo que se llama cristiano a tiempo parcial o católico en funciones.
Pero bueno, a decir verdad, entre tanta aflicción y pesadumbre, la semana santa también tiene cosas menos oscuras, cosas como las vacaciones, la tortilla de calabacín, los bocatas de rabas, las monas de pascua, los bollos de anís, las torrijas con miel y como no … ¡¡¡el bacalao con tomate!!
Pues eso, que ya están aquí, que vienen los del cirio y el capirote así que disfrutemos que aún... "podemos", vivamos la semana del arrepentimiento, la fe ajena y aflicción fingida, vivamos la fiesta del hábito, la sotana y las túnicas moradas.

18 marzo 2015

Regardier en arrière.

Mirando atrás recuerdo una anécdota cuando menos hoy "graciosa", entonces no lo fue tanto, para nada y no se rían que es una cosa muy seria.
Yo empecé a estudiar francés cuando apenas tenía séis o siete años, lo que ahora se llaman "las complementarias" entonces era "la particular" y nos la impartía un profesor que se llamaba Don Carlos. Aquel profesor metía más horas en el colegio que el conserje puesto que cuando salíamos nosotros entraban los adultos, lo que nosotros llamábamos personas mayores, a los que daba clase para sacarse el graduado escolar. Entre aquellos por cierto estaba mi padre. 
Aquella clase jodía un montón, cuando los demás salían a las 6, nosotros nos teníamos que quedar una hora más en clase con Don Carlos, una hora de "vocabuleg" mientras escuchábamos de fondo los gritos y balonazos en la calle, crueldad añadida pero..., mi madre se empeñó en que estudiara francés y ...
Una de aquellas tardes de playa y eterna digestión antes del baño, me falló la táctica que habitualmente utilizaba, y aquello de acosar y coser hasta el aburrimiento a mi madre cada cinco minutos con el "mamá, que hora es, mamá que hora es y mamá que hora es" alternándolo con el preguntar insistentemente "mamá ya es la hora?, mamá ya es la hora? y mamá ya es la hora?" se volvió contra mi. Vaya que si se volvió...
A nuestro lado, a menos de cinco metros se encontraba una familia de franceses, por lo menos entre ellos hablaban en francés, y a la lista de mi madre no se le ocurre otra que decirme... "pregúntaselo a los franceses" mientras se reincorporaba y me empujaba hacia los gabachos.
Yo me resistía y negaba la mayor, ni de coña iba a preguntar la hora a los franceses y mucho menos en francés pero ella... erre que erre,  hasta llegar a chantajearme sentenciando... "O se lo preguntas a los franceses o no te bañas". No me quedaba otra.
La madre que me parió, nunca mejor dicho, me puso entre la espada y la pared, o preguntaba la hora a los gabachos o no había baño, así que no me quedaba otra y después de negarle diez veces me resigné, armé de valor y educadamente les espeté... "Quelegetilsilvuplé? a lo que el franchute con irónica sonrisa por cierto que llenaba su asqueroso rostro me contestó... "Las cinco y cuarto, no se te arregla para bañarte macho"...
Noooooooooooooooooooooooo, tierra trágame!!! me faltaba playa para correr, lo primero que sentí fue un impulso matricida desconocido, una vergüenza que aún hoy mi madre recuerda y un ridículo memorable en los anales del sonrojo. Creo que aquel día batí el record olímpico y mundial de carrera de tropecientosmil metros lisos con ganas de matar a una madre, es más, aquel día Forest Gump era un puto mindundi al lado mío.
Tardé en volver por donde estaba mi madre, bueno mejor, por donde estaban los gabachos, me podía el bochorno y las ganas de matarla. Es más, creo que se me quitaron las ganas de baño... 
No se rían que es una cosa muy seria, esto es lo que mi hermana dice mirar "patrás", "regardier en arrière". La madre que me parió...

16 marzo 2015

Los pirauchos de Valentín.


Yo me he criado en la playa. Desde que mi madre acababa de trabajar hasta la noche, hasta última hora. Había que estar hasta que Valentín diera por finiquitado el día y así, mientras recogía el puesto nos dejara uno de los pirauchos que alquilaba. Aquello era mi prórroga, un tiempo extra de disfrute con Maricarmen y Ricardo entre Ondarreta y el Pico de Loro. 
Lo peor de ir a la playa era el traslado de pertrechos, me río yo de las penitencias en procesión. Aquello si que era dolor. Ondarreta, sin exagerar, quedaba como tres millas más allá de las Azores y llegar hasta allí andando, con la silla de mi madre en una mano que me destrozaba los tobillos a golpes, la sombrilla, el cubo y la pala de mi hermana en la otra, la pelota de Nivea bajo el sobaco y la bolsa de las toallas cruzada a la espalda... pues como que no era lo más cómodo pero para todo ésto, mi madre cargaba en brazos mi hermanita, la nevera con bocatas para un regimiento, otra silla para Elena o Fausti y la de Dios en verso, cuando llegábamos conformábamos un asentamiento de lo más parecido a un campamento calorro que vi nunca.
El tema de la digestión era otra historia, asunto que hoy, más de cuarenta años después sigue siendo mítico y objeto de burla con la vieja. Mi madre nos tenía tres horas ¡tres! para hacer la digestión de un triste bocata de salchichón, si pero no tres horas para los tres, no, tres horas para cada uno, algo así como si nos hubiéramos comido a mi hermana, a la que por cierto, encima teníamos que vigilar durante esas tres larguísimas horas mientras mi madre descansaba esparcida cara al sol. Éramos como bocartes en la arena ansiosos de volver al agua.
Recuerdo que en la esquina de Matía con Sukía había una pastelería con un escaparate para llorar de emoción, bajando de casa había que pasar por allí si o si y creo que la pobre de mi madre debía de pasarlo peor que nosotros ante aquella exhibición de panchinetas, borrachotes, chocolates, bombas de crema y cruasanes rellenos; no había flus y de donde no hay... pues eso, quizás el residuo emocional de aquello lo esté pagando ahora mi nieta a la que atiborro de lo que sea y hasta que le salga por las orejas, aunque no lo quiera. Es la venganza del subconciente sobre el pasado.
Eran días de piraucho a finales de los sesenta, días en los que el tiempo no corría, en los que la vida era muy lenta, tan lenta y parsimoniosa como las agujas del reloj de Ondarreta, tan lenta como la digestión de un bocata de salchichón, como las tres horas de cuidado de mi hermana.
Eran días de pirauchos, de los pirauchos de Valentín.

08 marzo 2015

El tonto del tanganillo.

Menos mal que salgo poco por las noches porque a tenor de lo que hay tengo una cosa muy clara, que tengo imán para los gilipollas.
El día después de una noche de copas con seis amigos pues como que tampoco es el mejor momento para pensar, los dolores de cabeza no es que te lo faciliten demasiado pero bueno, aún a pesar de la resaca de Santa Teresa (la del ron digo), hay algo sobre lo que me si apetece escribir.
Hay que ver lo a gusto que se está con quien se está a gusto, gusta compartir pinchos, teatro, copas y risas con quien te gusta, de forma tranquila y sin meterte con nadie, te lo pasas bien y disfrutas con los amigos hasta que de buenas a primeras aparece el gilipollas y lo jode. Me refiero al tonto del tanganillo, si, hablo de ese personaje al que no se te ocurra mirar dos veces porque se ofende, un mermado que se considera por encima del bien y el mal, un perdonavidas que crea problemas donde no los hay, un armario empotrado que te mira con desprecio y te trata con desidia, un fantasmón hormonado, musculitos comehombres de bronceado hortera, cabeza cuadrada y rapado militar, un impedido con pectoral 7XL, camisa desabrochada y frontón depilado, un disminuido que vota, un tutelado con evidente sintomatología de indigencia intelectual y nítidos ademanes de matón de tres al cuarto que probablemente por deficiencia en el riego vascular tiene el hipotálamo más seco que la vagina de una momia. 
Un cantamañanas con paquete marcado en pantalón de piquillo que libera su frustrada vocación ejerciendo como portero de disco-bar con una llamativa prepotencia, chulería, falta de compostura, saber estar y educación hasta que "alguien" al que pretende amedrentar va y le contesta alguna cosita al oído que de repente le hace ver que acaba de equivocarse de cabo a rabo para de forma fulminante volver al mundo real y lo por sorprendente que pueda resultar, pedir perdón y desaparecer. 
El tonto del tanganillo es el típico elemento sumamente necesitado de practicar... yo qué sé..., jumping, puenting, paracaidisming o cualquier otro deporte de riesgo para que quizás con una buena hostia se arreglara lo suyo, si es que tiene arreglo, que lo dudo.

31 enero 2015

El bacalao.



Cada día pasan cosas que no dejan de sorprenderme, estoy indignado joder, no entiendo como puede haber gente así de verdad, como hay Dios que no lo entiendo, pero te juro por la oveja Dolly que es verdad, hoy he conocido en la panadería de Covadonga a un tío al que no le gusta el bacalao!!  Ya empezamos, lo sabía, sabía que no te lo ibas a creer, si lo sé le hago una foto.
Pues eso, que no le gusta pero no es que no le guste con tomate, al pil pil, a la brasa, frito, en empanadillas,  relleno, en salsa verde o en tortilla, no, que no, como hay Dios que a ese tío es que no le gusta el bacalao se lo pongas como se lo pongas!!! amos no me jodas... ¿como se puede vivir sin bacalao? ¿como ha llegado hasta aquí? ¿Como ha sobrevivido? ya solo faltaba que tampoco le guste la ensaladilla rusa, entonces habría que eliminarlo de la faz de la tierra, sería un personaje altamente nocivo y peligroso para la especie, una bomba para la gastroconvicencia,  si ya es raro de cojones ahora...
El bacalao no se come, se cata, no se engulle se disfruta, no se jinca, se saborea, se goza. Yo entiendo que no le gusten las manos de chon, las orejas, las criadillas, los sesos, las mollejas, el hígado o la asadurilla, es más, asumo hasta que no te guste el marisco ni el pescado... ¿pero el bacalao? amos no me jodas, eso si que no... eso tenía que estar penado. Claro, luego no me extraña que pase lo que pasa, todo lo que pasa es por falta de bacalao.
El caso es que parecía un tío normal, lo parecía, aparentemente no se le notaba nada, andaba recto, no tenía rabo, no emitía ruídos extraños, tenía tronco, cabeza y extremidades compensadas, dos orejas, ojos, nariz y boca, vestía sin llamar la atención, salvo una pegatina de Potemos por fuera no había nada extraño pero no gustándole el bacalao algo tiene que haber, seguro que lo disimulará de alguna forma, amos no me jodas, es imposible vivir sin que te guste el bacalao y que no se note, seguro que me estaba vacilando...
Que cosas pasan joder! ..., sabía que no te lo ibas a creer, para una vez que me encuentro a un tío al que no le gusta el bacalao... y no llevo la cámara. Pa matarme.

04 enero 2015

Tengo un plan.


Como soy un poco nada creyente no puedo escribir carta a los Reyes, me tomarían por gilipollas y se partirían el culo a mi cuenta osea que tengo un plan. No sé como no se me ha ocurrido antes. Voy a bajar al banco y sacar toda la pasta que tenga, que por cierto no sé cuanta es, y luego voy a ir a una administración de esas de lotería y comprar todos los décimos del mismo número que pueda para el sorteo de Reyes.
Como me va a tocar, porque me va a tocar, si a Fabra le ha tocado tantas veces, digo yo que a mi no será tan dificil que me toque solo una ¿no?, pues eso, que cuando pille las perras va a ser la leche porque me voy a comprar poderes a tutiplén...
A mis herederas una pasta para cada una y que dejen de llorar per in saécula saeculorum que delante mío se gastan un dineral en klinnex las mis pobrinas, a la que duerme conmigo pues lo de siempre, el fifty fifty de todo, en coma tres se encargará ella de ello oye. 
A mi hermana un tratamiento que la coloque en uno setenta y cinco en un  pispás y por arte de birlibirloque, con unas tetas de la leche, bueno no que ya es mayor para preñeces, mejor con unas tetas que flipas y un poco más de culo, lo demás que no lo toquen que está chuli y me encanta. A mi viejos lo que quieran que para eso son mis viejos, esos salen baratitos, nunca quieren nada...
A mi chugggggi y cueste lo que cueste una mujer pa siempre, que es que no levanto cabeza con él. A mi amiga Maria de la Victoria, una patada a la putahipoteca y ya que está perdiendo facultades, un aparata chantajeador emocional nuevo de esos que hacen que consiga lo que quiera solo con poner caritas, el que tiene ya está fallando y no son las pilas...
A mi nieta, un mundo de castillos y pinsesas, un prado con muchos animalitos y vacas vestidas de vacas, ahhh,  y un río con canrrrrejos y cocodrilos de mentira.
Y para mi, lo mejor, el verlo y disfrutarlo. Va a ser guachi, ya estoy deseando que llegue pasado mañana. Me encanta que los planes salgan bien.