29 agosto 2015

Cruz y raya.



A estas alturas me debo estar un haciendo un maníaco no peligroso. Hay algo cada vez más en boga a lo que no me acabo de acostumbrar, yo no digo que esté bien o mal, sea o no lo que haya que hacer y lo correcto pero a mí me puede… 
Evitando citar nombres. Hace un par de días me senté con tres personas más a tomar un café en la terraza de una conocida cafetería de Pijolandia, instalaciones que antes ocupaba una estación de servicio de la que solo se salvó su marquesina por lo antiguo y original de su diseño, pues bien, allí, bajo ese artilugio montaron el garito.
Antes de aposentar nuestras nobles nalgas aparece raudo y veloz el camarero, al que ante su apremiante, urgente e inaplazable petición de comanda, le encargamos la consumición con miedo hasta de primero pensarlo y a todo correr.
No habían pasado tres minutos y ya estaban los cafés en la mesa y antes, pero bastante antes de terminar de echar la leche ya nos estaba informando del importe de la consumición con el ticket sujeto entre el dedo corazón de la mano izquierda y la bandeja "plateá".
Tocadura escrotal. Evidentemente y con la educación debida por supuesto, algo le tuve que decir..., no me podía callar puesto que dignidad y vergüenza obliga y no teníamos ninguno cara de chorizos y muchísimo menos por tan ridículo botín, pero a lo que vamos,... estará bien o mal, será o no muy profesional la historia, lo harán por norma, no lo sé, yo lo que sé es que de chaval trabajé bastantes veranos en la hostelería y no hay profesión en este mundo con más psicólogos y de los auténticos, de los buenos, de los de verdad, de aquellos que sin darse importancia alguna sabían lo que ibas a pedir desde antes que abrieras la boca, de los que desconfiaban del cliente desde verle cruzar la calle y nunca se equivocaban, nunca.
Las cosas como son, pegársela a un camarero es más difícil que remar en un botijo y hay un principio basado en la productividad de la causa-efecto por lo que no estoy yo muy seguro si les merecerá le pena tanta historia para evitar un sinpa de seis pavos pudiendo de esa manera perder muchos clientes maníacos no peligrosos como yo de los que encima dejamos bote...
En fin, que a mi no me gusta ná de ná esa práctica así que en lo que a mi respecta y en cuanto al lugar en cuestión… cruz y raya.