28 diciembre 2023

Las cosas del todo.


No sé quién dijo aquello de "las principales cosas de la vida no son cosas" y así es. Primero me quedaba embelesado viendo a mis hijas intentando dar sus primeros pasos, yéndolas a recoger al cole, asistiendo a sus eventos escolares o disfrutando como locas en la calle con sus amigos.

Después vivieron mis nietas, a la mayor la criamos por videoconferencia, estaba lejos, pero cuando llegábamos al aeropuerto salía corriendo a mis brazos saltándose todos los controles de seguridad habidos y por haber. Venía corriendo llamándome "abuelittooooooooo", plena felicidad. Inolvidable.

Cuando estaban aquí, los domingos íbamos los tres al rio, buscábamos cocodrilos rosas, ciempiés con calcetines y cangrejos que bailaban sevillanas, ellas disfrutaban y yo era feliz. Los caracoles eran demonios para ella, las lagartijas caimanes creciendo y debajo de cualquier piedra había un canguro esperando para salir corriendo. Maravilloso.

La vida sigue y ellas han crecido. Las unas y las otras, pero hay que seguir intentando ser moderadamente feliz, hay que hacerlo porque todo lo que venga va a ser peor, porque mañana puede que no tengas posibilidad. Hay que sentirse rodeado porque la cercanía de la familia calienta el espíritu y te blinda de felicidad.

Hoy es diferente, hoy disfruto teniendo a mis padres en la mesa rodeados de su familia, viendo a mi padre tomar un chocolate como si fuera su primer chocolate, disfrutando de la intensidad de sabor de "un tornillo" como él llama a los bombones, placando con cariño su pánico a bajar en el ascensor, abrazándole para parar su miedo a levantarse de la silla de ruedas y dándole seguridad al dar sus primeros pasos y mantener conversaciones con su "sin sentido" como argumento diario de vida.

Que no sé quién dijo lo de "Las principales cosas de la vida no son cosas" pero tiene toda la razón del mundo porque es así. El amor, la familia, los principios, el honor y la conciencia no son cosas, son todo y eso no lo venden en los chinos.

27 diciembre 2023

Yo confieso.


Hoy me he sentado aquí, frente a esta balconada electrónica para en un puntual e irrepetible ataque de sinceridad, venir a reconocer públicamente, aunque me cueste mi prestigio personal..., que sí, que yo también me apunté a un gimnasio. Ya está, ya lo dije! ahora me siento mejor.

En mi descargo, si es que tengo disculpa, tengo que decir que no fue idea mía, que a mí nunca se me hubiera ocurrido esa barbaridad, yo tengo firmes principios pero bueno…, mi por entonces compañero de trabajo y que a pesar de todo hoy es mi gran amigo "el Chugui", me enganchó de pardillo abusando de mi ingenuidad y sobre todo de mi inconsciencia.

El elemento en cuestión, por entonces más musculado que las ancas de una rana, era un vigorésico de esos, un auténtico tronao del ejercicio,  el correr, las pesas y chorradas de esas, cómo será que para no engordar desayunaba "Muesli" de ese, que no es más que un intragable pienso variado en grano más duro que una empanada de rodamientos... un atontao de cojones.

Pues si, me llevó y con el rollito de no pagar matrícula, que si era amigo de no sé quién de allí, que tal y cual, me matriculó. La virgen! 

Nada más apuntarte en aquel campo de cumplimiento, lo primero que te dan es una mini toalla que en su vida ha conocido el suavizante para que te la cuelgues del hombro al entrar y una ponchera de propaganda a modo de botijo para "hidratarte que es muy importante, importantísimo" me decía "el Chugui". Valiente cabrón.

Yo no había entrado nunca en un antro así, una sala enorme, con todas las luces encendidas y las paredes con espejos por todos los sitios en los que todo Dios se miraba a sí mismos como si no se hubieran visto nunca, como si no se conocieran y con una extraña cosa en cada mano que levantaban y bajaban aleatoriamente mil veces. Luego supe que aquello se llamaba mancuerna. Sólo con ver sus caras de sufrimiento a mí ya me dolía todo, pero aún no me lo olía lo que venía...

Mucha peña por todos los lados, había que reservar hora "on line" para todo, hasta hacían cola en los aparatos. Todos con guantes sin dedos, zapatillas de cien pavos y sin calcetines. Prendas fosforitas  rosas, amarillas o verdes, muy visibles todas, para que no les atropelle alguna bicicleta estática supongo. Camisetas de tirantes estrechísimas de la muerte y mallas, muchas mallas, unas hasta por debajo de las rodillas, otras largas y  todas más apretadas que el condón de un burro.

Extrañísimos aparatos por todos los lados, máquinas rarísimas con cables de acero, pesos y contrapesos alienadas contra el sobrepeso. No había por dónde mirarlas, yo no hacía más que girar la ceza buscándoles el sentido, no sabía ni dónde sentarme, pero lo peor no era eso, lo peor es que había otra persona frente a ti haciendo sin parar lo que tú te limitabas a intentar un par de veces seguidas. Patético Pin...

Mi colega "El Chugui" dirigía mis tentativas animándome a no sé qué mientras yo le maldecía  por dentro y a los cinco minutos ya estrujaba por quinta vez la mini toalla e iba por el segundo botijo, el mío y el suyo, pero lo peor estaba por llegar… el zumba, si han leído bien, el zumba. 

No se le ocurría nada bueno al muy cabrón, de hecho, hoy, muchos años después sigue siendo así, puteando cariñosamente mi existencia aprovechándome del afecto que le profeso. A pesar de aquello.

Me apuntó a una sesión de esas, calla... Para los que no lo sabéis lo que es el zumba, eso es morir haciendo el tarín en modo baile, pegando saltos como los Masai y moviéndose constantemente a izquierda y derecha para no ir a ningún lado, sudar a lo loco y no poder ni respirar pero eso sí, al ritmo de la música y frente a una loca del coño a la que hay que imitar en todo lo que hacía y que estaba pegando voces durante toda la clase. Una "joligan" asesina de la que no podía huir y  que encima no dejaba de mirarme, sería por el miedo que le daba mi posible jamacuco. 

No me explico como hoy estoy vivo, de hecho no he vuelto a zumbear en mi vida, se me quitaron las ganas para siempre. Una y no más, Santo Tomás. No había músculo que no me doliera, de hecho, yo que por entonces me movía menos que los dientes de arriba, no sabía ni que existían tantos tendones, ligamentos y cosas de esas dentro de mí. Aquella pirada casi me mata. Cuarenta minutos duró, dos horas y media en Canarias.

Después, para "relajarme" el Chugui me lleva a la planta de abajo, a las piscinas y me dije a mi mismo… guayyyyyy, ¿guay? Los cojones guay!!!! ¡¡¡Antes de entrar pretende que me meta en una pileta de metro y medios por dos con el agua helada y cuando dio helada es que estaba más fría que el abrazo de una suegra o menos!! Ya le pueden dar por el culo a la piscina… y encima me dice que después "nos hacemos" un par de largos ¿Cómo dices? Pero por Dios, si el otro extremo de la piscina estaba en las Azores… no llego, me ahogo fijo y encima sin dignidad! porque había que verme con aquel gorro de piscina, un artefacto de esos que cuando te lo pones se te levantan las cejas por encima de sus posibilidades hasta impedir el simple parpadeo y deformando la naturalidad de cualquier rostro por feo que sea. Lo que viene a ser la cara de mandril.

Pues eso, que si, que lo confieso aunque no entraré en más detalles que los hay pero hasta ahí voy a contar, obviaré lo de los pedales regulables en dureza de las bicis de "espining", el chocho de coordinación de movimientos en la elíptica o lo de detener poco a poco la posesa cinta de correr y más cosas porque uno todavía tiene decoro y una imagen que defender, aunque tengo que reconocer que si, lo confieso, que aunque no fuera culpa mía yo también me apunté a un gimnasio, pero no fui yo, la culpa fue del "Chugui".



26 diciembre 2023

La olla.


Anoche. Estaba yo concentrado en el "Bocabesada" de Juan del Val, tranquilo y esperando la lenta y a veces desesperante venida de Morfeo cuando la televisión llamó mi atención de tal manera que aparté a Juanito dejando su libro para mañana.

Vamos a ver que me da que algo me estoy perdiendo, o soy mayor de entendederas o ese día me corrí la clase, me lo expliquen… Cómo es posible que una chiquilla de 23 años, con formación universitaria completada, un cuerpazo, guapa a rabiar, simpática y con una sonrisa que enamora acuda a un programa de televisión para buscar pareja, ¿estamos tontos o qué? Pues si, y se reúnen en el First Date ese o como se llame.

Antes, en mi época, esas cosas no pasaban, por entonces tirábamos los tejos, seducíamos o lo intentábamos con lo que había y si lo había, hacíamos por conocer gente, nos relacionábamos y poníamos todo el interés posible en arrimar cebolleta. Existirían seguramente, no lo sé, programas de esos, no digo que no, en la radio seguro que si, pero a él acudían personas que huían de la soledad y buscaban compañía, ya fuera sentimental o práctica, para ello y por la necesidad se saltaban el sentido del ridículo, vamos, lo normal, lo lógico, pero lo que vi anoche, ¡con 23 años! vamos no me jodas…

El Morfeo de los cojones no venía así que seguí viendo el programa. Lo de las cobras. No sabía dónde meterme. O sea, que le cantas a una mujer sus encantos, los visibles y los imaginarios para que luego te diga que ¡¡tararí que te vi!!! Y que te vuelvas con tu madre, joder, metí la cabeza bajo la sábana, que pena-vergüenza me dío. Y no te cuento cuando otro se levanta en mitad del comedor para cantar y dedicar una canción a la mozuela… la viiiirgennnn, …tierra trágame.

Lo máximo fue lo del último de la noche, ese me hizo apagar la tele y salir corriendo por el carril del sonrojo derrapando sobre la vergüenza ajena. Éste maromo, de 70 años de canas más IVA, lo primero que se el ocurre es preguntar a su pretendida que ¡¡"Cuantas veces es capaz de tener sexo en una noche"!! No me jodas!!!!! Y yo con estos pelos…

Se nos esta yendo la olla, bueno, y a algunos la olla y la poll…

24 diciembre 2023

Pensamientos navideños, supongo.



Alguien me ha dicho eso de "Joder Pin, qué bien estás para la edad que tienes. Gesto semisonrrisero, desconcierto puntual y desbarajuste emocional. Vamos a ver, me pregunto, ¿Qué debería hacer ahora?, alegrarme de no estar tan mal y agradecerle el cumplido o pensar en no pensar en la edad que tengo, darle una parata en la espinilla y al agacharse de dolor salpicarle un rodillazo en la cara… no sé.

Es como cuando te llaman "Señor" o te tutean en una tienda, ambas cosas joden, unas por una causa y las otras por lo contario.

Chorradas navideñas supongo.

Un juego nada más.


Me gusta, sobre todo en los locales de hostelería, me gusta observar, mirar las vidas a mi alrededor. Me gusta y de hecho, podría asegurar que muchas de mis conjeturas podrían acercarse a la realidad, o a la mía, da igual, sólo es un juego, un juego nada más.

Me gusta, quizás porque en mi adolescencia me gané mis primeras perrillas trabajando los veranos y fines de semana en la hostelería, verdadera escuela de la vida y auténtica cátedra de psicología, de allí sales con un quinto dan en experiencia, es el poder oculto de la bandeja.

Miro a mi alrededor, examino de entorno y siempre detecto algo, al padre divorciado al que le tocan los niños ese fin de semana, al matrimonio de cierta edad que lo tienen casi todo hablado, al grupito de chicas sin pareja, a la peña de hombres que se van a comer un mojón, las parejas que poco tienen en común y aderezan sus platos con sal en escamas de aburrimiento o personas que disfrutan enormemente degustando y compartiendo.

Las comidas familiares donde siempre falta un hombre, el ex de la hija separada, los abuelos felices por tenerlos a todos alrededor, los cuñados sentados lejos el uno del otro, las hermanas juntas y sentadas de frente entre ellas, los niños juntos todos en un extremo de la mesa, dando por culo a todo el mundo menos a sus padres que pasan de todo.

Siempre suele haber camareras que hacen extras los finas de semana, los chicos estudiantes que con zapatillas de deporte se ganan un dinerillo recogiendo y montando las mesas mientras hacen verdaderos y vertiginosos equilibrios con la bandeja cargada entre las mesas, la cocina y viceversa, el encargado pendiente de todo cual halcón peregrino con una servilleta blanca en la mano que rodea su muñeca de mando y por supuesto el jefe, sentado en la mesa del fondo a la derecha, junto a la caja registradora y vigilando al ganado desde el otero a modo de pastor palentino,

Los locales de hostelería son un mirador perfecto, una balconada donde tu imaginación juega con las apariencias, sin riesgo, sin peligro y sobre todo sin hacer daño a nadie. Sólo es un juego, una forma de interpretar miradas, rostros y expresiones, ademanes y gestoformas y porqué no decirlo, una forma de aprender a equivocarse, o no, quién sabe, la vida ajena es un juego, un juego nada más.

 

 

19 diciembre 2023

Ni en Navidad.


La tristeza detrás de la ilusión. Ayer, bastantes internos de la residencia de ancianos Virgen del Faro, por iniciativa de una Asociación de Taxistas de Santander fueron trasladados hasta el centro de la ciudad, Plaza del Ayuntamiento y alrededores para que vieran de cerca y pudieran disfrutar del alumbrado navideño. Cuando entraba por la puerta estaban esperando en el Hall la llegada de los coches. Parecía una línea de salida de carreras con sillas de ruedas, se notaba la ilusión.

Lo taxistas traían sus vehículos mimetizados en el ambiente, con globos, cuernos de reno, luces de led y algunos hasta disfrazados de Papá Noel. Los abuelos, esperando abrigados hasta la orejas y se les notaba tensos, expectantes e ilusionados.

Unas dos horas después, cuando salía por la puerta, me cruce con dos abuelitas que volvían al Centro y a las que  ayudaban a bajar del taxi, a una de ellas la conozco de que siempre está en la entrada viendo pasar a la gente gente, una de las que saludo cada día cuando llego y que siempre sonríe enseñándome su único diente como amable respuesta, le pregunté que qué tal se lo había pasado, si le había gustado el paseo, me miró y no dijo nada, tenía los ojos llenos de lágrimas. Me hizo polvo su muda respuesta. Es una de las que nunca recibe visitas.

La Navidad nunca ha sido precisamente mi época preferida del año, no sé por qué, tampoco tengo motivos para que no me guste, disfruto de la presencia de toda mi familia todo el año sin distinción de fechas, pero… en Navidad se piensa más de lo normal, y piensas sin querer, aunque no pienses pensar. La soledad ajena, los sucesos acaecidos durante el año, las pérdidas cercanas, la toxicidad de la obligación de ser feliz en estas fechas, no sé, no quiero parecer un amargado por ello, en mi familia no necesitamos días especiales para querernos, nos queremos sin pensar, lo mismo en Navidad que en Noviembre, pero hay quien nunca se siente querida, ni siquiera en la fingida y obligada felicidad de la Navidad.