24 diciembre 2023

Un juego nada más.


Me gusta, sobre todo en los locales de hostelería, me gusta observar, mirar las vidas a mi alrededor. Me gusta y de hecho, podría asegurar que muchas de mis conjeturas podrían acercarse a la realidad, o a la mía, da igual, sólo es un juego, un juego nada más.

Me gusta, quizás porque en mi adolescencia me gané mis primeras perrillas trabajando los veranos y fines de semana en la hostelería, verdadera escuela de la vida y auténtica cátedra de psicología, de allí sales con un quinto dan en experiencia, es el poder oculto de la bandeja.

Miro a mi alrededor, examino de entorno y siempre detecto algo, al padre divorciado al que le tocan los niños ese fin de semana, al matrimonio de cierta edad que lo tienen casi todo hablado, al grupito de chicas sin pareja, a la peña de hombres que se van a comer un mojón, las parejas que poco tienen en común y aderezan sus platos con sal en escamas de aburrimiento o personas que disfrutan enormemente degustando y compartiendo.

Las comidas familiares donde siempre falta un hombre, el ex de la hija separada, los abuelos felices por tenerlos a todos alrededor, los cuñados sentados lejos el uno del otro, las hermanas juntas y sentadas de frente entre ellas, los niños juntos todos en un extremo de la mesa, dando por culo a todo el mundo menos a sus padres que pasan de todo.

Siempre suele haber camareras que hacen extras los finas de semana, los chicos estudiantes que con zapatillas de deporte se ganan un dinerillo recogiendo y montando las mesas mientras hacen verdaderos y vertiginosos equilibrios con la bandeja cargada entre las mesas, la cocina y viceversa, el encargado pendiente de todo cual halcón peregrino con una servilleta blanca en la mano que rodea su muñeca de mando y por supuesto el jefe, sentado en la mesa del fondo a la derecha, junto a la caja registradora y vigilando al ganado desde el otero a modo de pastor palentino,

Los locales de hostelería son un mirador perfecto, una balconada donde tu imaginación juega con las apariencias, sin riesgo, sin peligro y sobre todo sin hacer daño a nadie. Sólo es un juego, una forma de interpretar miradas, rostros y expresiones, ademanes y gestoformas y porqué no decirlo, una forma de aprender a equivocarse, o no, quién sabe, la vida ajena es un juego, un juego nada más.

 

 

No hay comentarios: