28 diciembre 2023

Las cosas del todo.


No sé quién dijo aquello de "las principales cosas de la vida no son cosas" y así es. Primero me quedaba embelesado viendo a mis hijas intentando dar sus primeros pasos, yéndolas a recoger al cole, asistiendo a sus eventos escolares o disfrutando como locas en la calle con sus amigos.

Después vivieron mis nietas, a la mayor la criamos por videoconferencia, estaba lejos, pero cuando llegábamos al aeropuerto salía corriendo a mis brazos saltándose todos los controles de seguridad habidos y por haber. Venía corriendo llamándome "abuelittooooooooo", plena felicidad. Inolvidable.

Cuando estaban aquí, los domingos íbamos los tres al rio, buscábamos cocodrilos rosas, ciempiés con calcetines y cangrejos que bailaban sevillanas, ellas disfrutaban y yo era feliz. Los caracoles eran demonios para ella, las lagartijas caimanes creciendo y debajo de cualquier piedra había un canguro esperando para salir corriendo. Maravilloso.

La vida sigue y ellas han crecido. Las unas y las otras, pero hay que seguir intentando ser moderadamente feliz, hay que hacerlo porque todo lo que venga va a ser peor, porque mañana puede que no tengas posibilidad. Hay que sentirse rodeado porque la cercanía de la familia calienta el espíritu y te blinda de felicidad.

Hoy es diferente, hoy disfruto teniendo a mis padres en la mesa rodeados de su familia, viendo a mi padre tomar un chocolate como si fuera su primer chocolate, disfrutando de la intensidad de sabor de "un tornillo" como él llama a los bombones, placando con cariño su pánico a bajar en el ascensor, abrazándole para parar su miedo a levantarse de la silla de ruedas y dándole seguridad al dar sus primeros pasos y mantener conversaciones con su "sin sentido" como argumento diario de vida.

Que no sé quién dijo lo de "Las principales cosas de la vida no son cosas" pero tiene toda la razón del mundo porque es así. El amor, la familia, los principios, el honor y la conciencia no son cosas, son todo y eso no lo venden en los chinos.

27 diciembre 2023

Yo confieso.


Hoy me he sentado aquí, frente a esta balconada electrónica para en un puntual e irrepetible ataque de sinceridad, venir a reconocer públicamente, aunque me cueste mi prestigio personal..., que sí, que yo también me apunté a un gimnasio. Ya está, ya lo dije! ahora me siento mejor.

En mi descargo, si es que tengo disculpa, tengo que decir que no fue idea mía, que a mí nunca se me hubiera ocurrido esa barbaridad, yo tengo firmes principios pero bueno…, mi por entonces compañero de trabajo y que a pesar de todo hoy es mi gran amigo "el Chugui", me enganchó de pardillo abusando de mi ingenuidad y sobre todo de mi inconsciencia.

El elemento en cuestión, por entonces más musculado que las ancas de una rana, era un vigorésico de esos, un auténtico tronao del ejercicio,  el correr, las pesas y chorradas de esas, cómo será que para no engordar desayunaba "Muesli" de ese, que no es más que un intragable pienso variado en grano más duro que una empanada de rodamientos... un atontao de cojones.

Pues si, me llevó y con el rollito de no pagar matrícula, que si era amigo de no sé quién de allí, que tal y cual, me matriculó. La virgen! 

Nada más apuntarte en aquel campo de cumplimiento, lo primero que te dan es una mini toalla que en su vida ha conocido el suavizante para que te la cuelgues del hombro al entrar y una ponchera de propaganda a modo de botijo para "hidratarte que es muy importante, importantísimo" me decía "el Chugui". Valiente cabrón.

Yo no había entrado nunca en un antro así, una sala enorme, con todas las luces encendidas y las paredes con espejos por todos los sitios en los que todo Dios se miraba a sí mismos como si no se hubieran visto nunca, como si no se conocieran y con una extraña cosa en cada mano que levantaban y bajaban aleatoriamente mil veces. Luego supe que aquello se llamaba mancuerna. Sólo con ver sus caras de sufrimiento a mí ya me dolía todo, pero aún no me lo olía lo que venía...

Mucha peña por todos los lados, había que reservar hora "on line" para todo, hasta hacían cola en los aparatos. Todos con guantes sin dedos, zapatillas de cien pavos y sin calcetines. Prendas fosforitas  rosas, amarillas o verdes, muy visibles todas, para que no les atropelle alguna bicicleta estática supongo. Camisetas de tirantes estrechísimas de la muerte y mallas, muchas mallas, unas hasta por debajo de las rodillas, otras largas y  todas más apretadas que el condón de un burro.

Extrañísimos aparatos por todos los lados, máquinas rarísimas con cables de acero, pesos y contrapesos alienadas contra el sobrepeso. No había por dónde mirarlas, yo no hacía más que girar la ceza buscándoles el sentido, no sabía ni dónde sentarme, pero lo peor no era eso, lo peor es que había otra persona frente a ti haciendo sin parar lo que tú te limitabas a intentar un par de veces seguidas. Patético Pin...

Mi colega "El Chugui" dirigía mis tentativas animándome a no sé qué mientras yo le maldecía  por dentro y a los cinco minutos ya estrujaba por quinta vez la mini toalla e iba por el segundo botijo, el mío y el suyo, pero lo peor estaba por llegar… el zumba, si han leído bien, el zumba. 

No se le ocurría nada bueno al muy cabrón, de hecho, hoy, muchos años después sigue siendo así, puteando cariñosamente mi existencia aprovechándome del afecto que le profeso. A pesar de aquello.

Me apuntó a una sesión de esas, calla... Para los que no lo sabéis lo que es el zumba, eso es morir haciendo el tarín en modo baile, pegando saltos como los Masai y moviéndose constantemente a izquierda y derecha para no ir a ningún lado, sudar a lo loco y no poder ni respirar pero eso sí, al ritmo de la música y frente a una loca del coño a la que hay que imitar en todo lo que hacía y que estaba pegando voces durante toda la clase. Una "joligan" asesina de la que no podía huir y  que encima no dejaba de mirarme, sería por el miedo que le daba mi posible jamacuco. 

No me explico como hoy estoy vivo, de hecho no he vuelto a zumbear en mi vida, se me quitaron las ganas para siempre. Una y no más, Santo Tomás. No había músculo que no me doliera, de hecho, yo que por entonces me movía menos que los dientes de arriba, no sabía ni que existían tantos tendones, ligamentos y cosas de esas dentro de mí. Aquella pirada casi me mata. Cuarenta minutos duró, dos horas y media en Canarias.

Después, para "relajarme" el Chugui me lleva a la planta de abajo, a las piscinas y me dije a mi mismo… guayyyyyy, ¿guay? Los cojones guay!!!! ¡¡¡Antes de entrar pretende que me meta en una pileta de metro y medios por dos con el agua helada y cuando dio helada es que estaba más fría que el abrazo de una suegra o menos!! Ya le pueden dar por el culo a la piscina… y encima me dice que después "nos hacemos" un par de largos ¿Cómo dices? Pero por Dios, si el otro extremo de la piscina estaba en las Azores… no llego, me ahogo fijo y encima sin dignidad! porque había que verme con aquel gorro de piscina, un artefacto de esos que cuando te lo pones se te levantan las cejas por encima de sus posibilidades hasta impedir el simple parpadeo y deformando la naturalidad de cualquier rostro por feo que sea. Lo que viene a ser la cara de mandril.

Pues eso, que si, que lo confieso aunque no entraré en más detalles que los hay pero hasta ahí voy a contar, obviaré lo de los pedales regulables en dureza de las bicis de "espining", el chocho de coordinación de movimientos en la elíptica o lo de detener poco a poco la posesa cinta de correr y más cosas porque uno todavía tiene decoro y una imagen que defender, aunque tengo que reconocer que si, lo confieso, que aunque no fuera culpa mía yo también me apunté a un gimnasio, pero no fui yo, la culpa fue del "Chugui".



26 diciembre 2023

La olla.


Anoche. Estaba yo concentrado en el "Bocabesada" de Juan del Val, tranquilo y esperando la lenta y a veces desesperante venida de Morfeo cuando la televisión llamó mi atención de tal manera que aparté a Juanito dejando su libro para mañana.

Vamos a ver que me da que algo me estoy perdiendo, o soy mayor de entendederas o ese día me corrí la clase, me lo expliquen… Cómo es posible que una chiquilla de 23 años, con formación universitaria completada, un cuerpazo, guapa a rabiar, simpática y con una sonrisa que enamora acuda a un programa de televisión para buscar pareja, ¿estamos tontos o qué? Pues si, y se reúnen en el First Date ese o como se llame.

Antes, en mi época, esas cosas no pasaban, por entonces tirábamos los tejos, seducíamos o lo intentábamos con lo que había y si lo había, hacíamos por conocer gente, nos relacionábamos y poníamos todo el interés posible en arrimar cebolleta. Existirían seguramente, no lo sé, programas de esos, no digo que no, en la radio seguro que si, pero a él acudían personas que huían de la soledad y buscaban compañía, ya fuera sentimental o práctica, para ello y por la necesidad se saltaban el sentido del ridículo, vamos, lo normal, lo lógico, pero lo que vi anoche, ¡con 23 años! vamos no me jodas…

El Morfeo de los cojones no venía así que seguí viendo el programa. Lo de las cobras. No sabía dónde meterme. O sea, que le cantas a una mujer sus encantos, los visibles y los imaginarios para que luego te diga que ¡¡tararí que te vi!!! Y que te vuelvas con tu madre, joder, metí la cabeza bajo la sábana, que pena-vergüenza me dío. Y no te cuento cuando otro se levanta en mitad del comedor para cantar y dedicar una canción a la mozuela… la viiiirgennnn, …tierra trágame.

Lo máximo fue lo del último de la noche, ese me hizo apagar la tele y salir corriendo por el carril del sonrojo derrapando sobre la vergüenza ajena. Éste maromo, de 70 años de canas más IVA, lo primero que se el ocurre es preguntar a su pretendida que ¡¡"Cuantas veces es capaz de tener sexo en una noche"!! No me jodas!!!!! Y yo con estos pelos…

Se nos esta yendo la olla, bueno, y a algunos la olla y la poll…

24 diciembre 2023

Pensamientos navideños, supongo.



Alguien me ha dicho eso de "Joder Pin, qué bien estás para la edad que tienes. Gesto semisonrrisero, desconcierto puntual y desbarajuste emocional. Vamos a ver, me pregunto, ¿Qué debería hacer ahora?, alegrarme de no estar tan mal y agradecerle el cumplido o pensar en no pensar en la edad que tengo, darle una parata en la espinilla y al agacharse de dolor salpicarle un rodillazo en la cara… no sé.

Es como cuando te llaman "Señor" o te tutean en una tienda, ambas cosas joden, unas por una causa y las otras por lo contario.

Chorradas navideñas supongo.

Un juego nada más.


Me gusta, sobre todo en los locales de hostelería, me gusta observar, mirar las vidas a mi alrededor. Me gusta y de hecho, podría asegurar que muchas de mis conjeturas podrían acercarse a la realidad, o a la mía, da igual, sólo es un juego, un juego nada más.

Me gusta, quizás porque en mi adolescencia me gané mis primeras perrillas trabajando los veranos y fines de semana en la hostelería, verdadera escuela de la vida y auténtica cátedra de psicología, de allí sales con un quinto dan en experiencia, es el poder oculto de la bandeja.

Miro a mi alrededor, examino de entorno y siempre detecto algo, al padre divorciado al que le tocan los niños ese fin de semana, al matrimonio de cierta edad que lo tienen casi todo hablado, al grupito de chicas sin pareja, a la peña de hombres que se van a comer un mojón, las parejas que poco tienen en común y aderezan sus platos con sal en escamas de aburrimiento o personas que disfrutan enormemente degustando y compartiendo.

Las comidas familiares donde siempre falta un hombre, el ex de la hija separada, los abuelos felices por tenerlos a todos alrededor, los cuñados sentados lejos el uno del otro, las hermanas juntas y sentadas de frente entre ellas, los niños juntos todos en un extremo de la mesa, dando por culo a todo el mundo menos a sus padres que pasan de todo.

Siempre suele haber camareras que hacen extras los finas de semana, los chicos estudiantes que con zapatillas de deporte se ganan un dinerillo recogiendo y montando las mesas mientras hacen verdaderos y vertiginosos equilibrios con la bandeja cargada entre las mesas, la cocina y viceversa, el encargado pendiente de todo cual halcón peregrino con una servilleta blanca en la mano que rodea su muñeca de mando y por supuesto el jefe, sentado en la mesa del fondo a la derecha, junto a la caja registradora y vigilando al ganado desde el otero a modo de pastor palentino,

Los locales de hostelería son un mirador perfecto, una balconada donde tu imaginación juega con las apariencias, sin riesgo, sin peligro y sobre todo sin hacer daño a nadie. Sólo es un juego, una forma de interpretar miradas, rostros y expresiones, ademanes y gestoformas y porqué no decirlo, una forma de aprender a equivocarse, o no, quién sabe, la vida ajena es un juego, un juego nada más.

 

 

19 diciembre 2023

Ni en Navidad.


La tristeza detrás de la ilusión. Ayer, bastantes internos de la residencia de ancianos Virgen del Faro, por iniciativa de una Asociación de Taxistas de Santander fueron trasladados hasta el centro de la ciudad, Plaza del Ayuntamiento y alrededores para que vieran de cerca y pudieran disfrutar del alumbrado navideño. Cuando entraba por la puerta estaban esperando en el Hall la llegada de los coches. Parecía una línea de salida de carreras con sillas de ruedas, se notaba la ilusión.

Lo taxistas traían sus vehículos mimetizados en el ambiente, con globos, cuernos de reno, luces de led y algunos hasta disfrazados de Papá Noel. Los abuelos, esperando abrigados hasta la orejas y se les notaba tensos, expectantes e ilusionados.

Unas dos horas después, cuando salía por la puerta, me cruce con dos abuelitas que volvían al Centro y a las que  ayudaban a bajar del taxi, a una de ellas la conozco de que siempre está en la entrada viendo pasar a la gente gente, una de las que saludo cada día cuando llego y que siempre sonríe enseñándome su único diente como amable respuesta, le pregunté que qué tal se lo había pasado, si le había gustado el paseo, me miró y no dijo nada, tenía los ojos llenos de lágrimas. Me hizo polvo su muda respuesta. Es una de las que nunca recibe visitas.

La Navidad nunca ha sido precisamente mi época preferida del año, no sé por qué, tampoco tengo motivos para que no me guste, disfruto de la presencia de toda mi familia todo el año sin distinción de fechas, pero… en Navidad se piensa más de lo normal, y piensas sin querer, aunque no pienses pensar. La soledad ajena, los sucesos acaecidos durante el año, las pérdidas cercanas, la toxicidad de la obligación de ser feliz en estas fechas, no sé, no quiero parecer un amargado por ello, en mi familia no necesitamos días especiales para querernos, nos queremos sin pensar, lo mismo en Navidad que en Noviembre, pero hay quien nunca se siente querida, ni siquiera en la fingida y obligada felicidad de la Navidad.


08 noviembre 2023

Soy machista


Si, lo soy, es lo que hay. Confieso que soy un machista, declarado y confeso, de los pies a la cabeza, lo acabo de leer, lo dicen elles, las feminazis podemitas y tienen razón.

Confieso que me gusta abrir la puerta y dejar pasar primero a una mujer, saludarla y decirte que está muy guapa, invitar y pagar la consumición, ayudarlas a ponerse la chaqueta y cederles el paso en la acera, vamos, sin miramientos, machista de libro.

Me sale sin querer. Cojo la bolsa de la compra a cualquier vecina y la acompaño hasta el ascensor, me levanto para saludar, no utilizo el "nosotros y nosotras" en el lenguaje porque me parece propio de gilipollas, o sea, que sí, que lo mío es lo que llaman machirulo gestual y sexista en el lenguaje. Puro y duro,

Esas cosas cotidianas sólo las hacemos los que en épocas pasadas se llamaban caballeros, hoy nostálgicos de resquicios, de antiguas costumbres propiciadas por una educación fascista y feroz que imponía el adestramiento como forma de manipulación.

Que según las feminazis podemitas todos esos gestos son ademanes de superioridad jerárquica sobre la mujer, abuso de presencia prepotente y despotismo de género. Y yo con estos pelos.

El caso que me preocupa tras la interesante lectura del artículo de mierda en cuestión, es que muchos de esos gestos también los tengo hacia los hombres, así que aparte de machista ya no sé si soy binario o no, bigénero, cisgénero, trigénero o agénero, lo que tengo seguro porque lo dicen las feminazis, que soy un machista.

Y punto.

06 noviembre 2023

Triste final.


Noventa días visitando a diario la residencia de ancianos me han enseñado historias de verdad, unas tristes, otras muy tristes y alguna muy emocionante.

No sé su nombre, tiene cerca de 90 años, posada sobre una silla de ruedas, una manta de cuadros rojos y negros le abrigan las piernas. Sólo le queda un diente y siempre está frente a la entrada principal. Sonríe, siempre sonríe y saluda a las personas que acceden a visitar a sus familiares. Es su entretenimiento diario, ver a quién viene a visitar a otros. Tiene una expresión muy dulce y agradece con una especial placidez la conversación en respuesta a su saludo. Siempre está sola. Nunca la he visto acompañada.

Otra, un señor de unos 80 de edad aproximadamente, mirada perdida y enfocada al suelo, forzando incluso el cuello hacia si, no habla, le tiemblan mucho las manos. Todos los días recibe la visita de una de sus dos hijas y sólo reacciona cuando escucha las canciones en francés que le canta una de ellas. Se las sabe todas. Tiene Alzheimer.

Un señor, éste de más de 80 años, va y viene cada día en el autobús a ver a su esposa, lo mismo da que haga sol, llueva o truene, allí está él. Ella mantiene una difícil postura sobre la silla de ruedas, retorcida sobre sí, con la cabeza totalmente inclinada hacia uno de los lados. Él la lleva de paseo hasta el parque, allí le pone un babero y cucharada a cucharada cada día le da un yogur, apenas puede tragar y gran cantidad se le derrama por la comisura de los labios, él limpia su cara con sumo cuidado mientras le habla con un cariño infinito. Siempre cogida de la mano. Ella de vez en cuando da unos chillidos que al pobre hombre le violentan y mira a las personas que allí nos encontramos sonriendo como pidiendo disculpas. Ella tiene Alzheimer. Es una auténtica, verdadera y emocionante historia de amor.

La residencia la ocupan ciento sesenta personas, reciben visita no más de cincuenta. Noventa días me han bastado para leer sus rostros, unos tristes y otros muy tristes. 

La vida en su final no debería ser así, nadie se merece tanta tristeza, tanta soledad, es cruel, son el triste final de muchas historias.


30 octubre 2023

Hacer pipí.


No tengo yo muy claras algunas cositas de eso que la progresía llama globalización, algo no va bien y para mi que esto se nos está yendo de las manos.

Cada día nos lo ponen más difícil, de verdad y a mí me resulta un pelín espinoso el asunto pues deja al descubierto mi simpleza pero es que antes no era tan complicado, todo era muchísimo más fácil, más sencillo y normal.

Las indicaciones eran sencillitas, sin conjeturas, aptas para todos los públicos, listillos e iletrados, enteradillos y gente normalita, el único requisito era… saber leer, así de fácil.

El problema al que me refiero es el de la elección de la puerta del baño por la que hay que entrar para poder hacer pipí en un bar, restaurante o antro cualquiera. Solo eso y nada más. Señoras por un lado y caballeros por otro, así de fácil y punto, ya está, eso era todo, castellano puro y duro. Pero eso era antes.

Para liberar la pilila y aliviarnos solo había que entrar por la puerta correcta, pero… esto de la globalización nos ha complicado la vida hasta para mear. Del señoras y caballeros pasamos al men y güomen o yentelmen y leidis, bueno,  pues vale, con un pelín de inglés bastaba pero… allí quisiera ver yo ahora a mi abuela Andrea por ejemplo… me la estoy imaginando en la puerta, muerta de risa y con las piernas cruzadas para no hacérselo encima. Se mea, fijo. 

Luego les dio por pintarnos imágenes alusivas, bueno, vale, mejor para mi abuela pero… hoy en día tampoco lo tendría nada fácil, entre un eslip y un tanga tras un cuadro de cristal… hoy no hay tanta diferencia, habría que especificar algo más, ponérselo más fácil, un sostén o calzoncillo de los de siempre, de aquellos de algodón blanco y bragueta de toda la vida, yo qué sé, algo más "típico".

Los hay más "imaginativos", de hecho, antes de entrar puedes plantearte cualquier cosa, les ha dado por Botero, fíjate un pelín en su obra y luego me cuentas como diferencias el género de la estampa pintada en cada puerta. Será que no entendiendo de arte… que también, pero no pregunto por no quedar por tonto, así que no te queda otra que esperar a que entre alguien antes o aguantarte y dejar para después el alivio, si puedes claro…

Luego están los más perspicaces, los que diferencian cada puerta del baño con un sacapuntas o un lápiz, un perrito caliente con o sin salchicha, un pollo o una gallina, un tornillo o una tuerca, bueno, vale, pero lo de hoy, lo de hoy ya me ha matado… si la pobre de mi abuela levantara la cabeza se descojona…, en la puerta del aseo de hombres nos encontramos pintado ¡un salchichón! y en la de mujeres… ¡dos botellas de leche!

Pues eso, que me descojono y no entiendo tanta globalización y tanta sutilidad cuando sólo se trata de entrar al balo correcto para aliviar la vejiga. 

Si mi abuela Andrea levantara la cabeza fijo que lo haría encima.

21 octubre 2023

Hablemos del tiempo.


Años a, cuando éramos normalitos y no tan modernos, llamábamos a las cosas por su nombre natural y nos entendíamos todos, hablemos del tiempo.

Acabo de ver "el parte" para ver cómo está el tema y no me he enterado de nada hasta el final hasta que no he visto los soles y las nubes pintadas como toda la vida de Dios. Nubes con rallitas … llueve y sin rallitas, nublado. Así de simple.

Antes se entendía todo sin esperar a los "santos" había vientos, lluvias, borrascas, aguanieve, brisas, ciclones y huracanes y de entre las nevadas había dos tipos diferentes para no liarte, las que no necesitabas cadenas y las que había caído la de Dios y como salgas de casa la Guardia Civil te mandaban patrás. A la última de éstas la llamaron "Filomena", también tiene huevos el bautizo... pa matar al padre, la abuela y hasta al cura.

También entendías cuando te hablaban de niebla, visibilidad, rocío, escarcha, bruma, ola de frío en Febrero o de calor en Agosto, yo qué sé, cosas normalitas y cuando nos querían complicar un poco la vida nos decían aquello de las altas o bajas presiones, anticiclón de las Azores y tal y a los que estamos lejos de las Azores pues como que nos la soplaba.

Ahora no, ahora le ponen nombre a todo y a lo que no, se lo inventan. Resulta que la borrasca de los huevos que me ha jodido mi escapada de 4 días con la moto se llamaba "Aline" y la que viene mañana se llama "Bernard" pero la cosa no para ahí, también ahí, hay términos como "fuego de San Telmo", "Dana" que últimamente está muy de moda, "Goes" que hasta hoy a mí me sonaba a algo de la Policía, frente "ocluído", isoterma, isobaras, "enso" que para que os aclaréis, no es Bellinghan el del Madrid sino el "Fenónemo del Niño", milibares, frente "dorsal", "tsunami" o viento catabático. Pa mi que se lo inventan.

Cualquier día volcamos.

19 octubre 2023

Los elefantes de Cabárceno.


Esta tarde fui al Mercadona. Dejo el coche en el parking, cojo un carrito de los pequeños puesto solo iba a comprar tomates, queso fresco, cebolla dulce, jamón york y mariconadas de esas. Es que me he propuesto adelgazar pero no se lo contéis a nadie.

Iba sólo, esperaba el ascensor sólo y entré en el puto ascensor sólo. Ese ha sido el momento clave del día, el punto de inflexión y reflexión. Según la plaquita luminosa del elevador en cuestión, allí pueden subir de forma simultánea 22 personas o lo que es lo mismo y según allí consta…, ¡1680 kilos! ¡Pero esto que eeeeeeesssss!!, vamos a ver, que yo peso 97 kilos joder!!!!! Y si entran 22 personas en el ascensor quiere decir que a mi me van a dejar siempre fuera… Esto se lo tengo que contar a la Pam esa de Podemos, ¡Los del Mercadona me han humillado, me han avergonzado y lo que es peor, me han llamado gordo!!!!

Si 22 personas suman 1680 kilos salen a 76,36 kilos como máximo cada una, pero ¡¡¡quien coño pesa esa mindurria!!!.

Me pasa lo mismo en las tiendas Springfield, voy a comprarme una triste camisa y mientras mi talla normal es la XL allí no me vale ni la 3XL, es más, sólo les falta decirme que es que lo que yo necesito talla "Cabárceno".

No es justo, estoy afligido y muy afectado, el mundo se acaba, esta sociedad maltrata a los "fuertecitos" como yo, está diseñada para esmirriados y mindundis, los hombres de verdad estamos en vía de extinción, como los elefantes de Cabárceno.

Una pena.

17 octubre 2023

Cosas importantes.


Hoy vamos a hablar de cosas importantes. No puedo con el café amargo ni la comida sin sal, es imposible y además, no me fío de los que lo toman.  El hábito de tomar el café sin endulzar es una metáfora de la aceptación de la amargura como asumido modo de vida, incluso más de lo que realmente ya es de por sí y el comer sin sal es poner la otra mejilla por adelantado, es vivir con tristeza sin motivo y en defensa propia. Que no, que no puedo.

El paladar, el gusto de lo dulce y lo salado es la felicidad, es el amor y el gozo en sí mismo, es el todo, es la tinta invisible de los grandes textos, no me imagino a Bécquer, Calderón de la Barca, Unamuno o el mismísimo Marías o Pérez Reverte tomando café sin endulzar o comiendo sin sal... Amosnomejodas! si acaso Leopoldo Alas "Clarín" cuando escribió "La Regenta"... de ese si no me hubiera extrañado para escribir semejante petardo.

Endulzar el café y tomar sal es vivir honradamente, sin aprensión, a lo legionario, dando la cara y siendo consciente de las vueltas que dan las manillas del reloj, es afrontar con dos cojones la apocalipsis, es como el deseado pulpo entre el relleno del salpicón, la última caña con aceitunas o el pan untado entre la crema de los mejillones.

Sé que en la vida tiene que haber de todo, vale, que todo es respetable, que sí, que cada persona hace de su vida un sayo pero es que el paladar es la salsa de la vida y como tal camina de la mano de la alegría y eso es lo que importa, ser moderadamente felices pero a toda leche, me da igual con azúcar que con sacarina.

Bueno, luego vienen las contradicciones, la chica de esta mañana por ejemplo, sentada en la mesa de enfrente se tomaba el café sin pincho de tortilla, azúcar ni ná de ná, a lo triste, así es imposible ser feliz y luego va y se mete el sobre de azúcar en el bolso, no lo entiendo, algo se me escapa, ¿los coleccionará?, ¿estará ahorrando?, ¿lo estará sembrando? alguien debería decirle que la pasión, el amor y el placer no caben en un bolso! por cierto sintético por favor...

Otro día hablamos de los veganos, de esos hipócritas que abrazan  vacas y cochinos pero son auténticos hijos de puta.

15 octubre 2023

Cosas de la edad.


Deben ser cosas de la edad supongo, pero empiezan a molestarme en demasía cosas que hasta hace poco ni me fijaba, va a ser, quiero pensar, que conforme más mayor me voy haciendo, menos tengo el chichi para faralaes o como se diga.

Por ejemplo, me molesta enormemente el entrar a un chino y tras educadamente dar los buenos días al de turno y preguntarle que "por favor" me indique dónde tiene cajas de plástico, sin ni tan siquiera mirarme a la cara y sin abandonar su conversación a voces supongo que en chino con no sé quién mediante videoconferencia, se limite a contestarme "patillo cuato fondo". Para que encima después de veinte vueltas al "patillo cuato" resulta que las putas cajas estaban en el "patillo tiete". Me toca los atributos.

Que que me traten de usted, tanto cuando me lo llaman como cuando no. No soporto que me digan "es lo que hay" o "te lo dije", me jode mucho. Los que estando en la fila del supermercado me piden que les deje pasar porque sólo llevan dos cosas, yo llevo tres y me jodo. Si quisiera dejarte pasar te lo habría ofrecido y cuando le dices que no... ¡pregunta al de delante!!!!!. tiene cojones.

Los que hablan por el móvil con tal volumen que me dan ganas de pedirle que dé recuerdos de parte del auditorio, los que felicitan el cumpleaños a sus mujeres por el Facebook declarándole un amor total, con públicos y cursis mensajes de amor cuando la tienen en la cocina para decírselo personalmente. Díselo en privado anda, salid de fiesta y si puedes rematar… pues ya sabes aprovecha y déjate de pamplinas que no todos los días son domingo.

Lo peor de todo, es que estoy perdiendo el filtro de la corrección, al chino le miro con cara de mala hostia y le pregunto si no me ve, al que me llama de usted le pregunto si me ve tan mayor y al que me tutea... si me conoce de algo, al que me avisa con el "te lo dije" le llamo ventajista del día después, y al cursi le llamo cursi. Todas estas cosas me hacen pensar que no que me esté haciendo mayor, es que parece como si mi fecha de nacimiento fuera una pintura rupestre.

Ahhhh! Y no te cuento cada vez que reponen en la tele "La jungla de cristal"... 

Cosas de la edad, supongo.

 

 

09 octubre 2023

"Tos peluos".


Como cocinillas que soy suelo frecuentar el supermercado y al amparo del "ya que vas" compro lo que me mandan en casa. Pues bien, como soy de letras hay muchas cosas que no entiendo, y no estoy hablando de simbolitos raros, funciones, logaritmos ni chorradas de esas que no he usado ni usaré en mi vida, hablo de las cuentas de la vieja, las que no tragaría ni mi abuela Andrea que la pobre no sabía sumar.
Veamos, la cesta de la compra ha subido un 2´4 %, y no lo digo yo, lo dicen los "expertos" esos iluminados que manipulan las cifras como les sale del escroto.
Si el el litro de caldo costaba 0,90 y ahora el mismo caldo se vende a 0,85 en brick de 750 cl.... no me cuadra, si el melón costaba a 0,99 y esta mañana valía a 1´99 algo falla, si el gel que uso desde siempre valía 2´80 y ahora cuesta 3,70 deben de haberse equivocado, total..., que una mierda para los expertos y mis cojones treinta y tres.
Es todo mentira y aquí no levanta la voz ni Dios, todos calladines y el que venga de atrás que arree. Que bonito nos está quedando todo... es como la Estadística, no hay ciencia más falsa y manipulable, y sé de lo que hablo, joder que si sé... 
Si tú ganas 3000 pavos y yo 800, el sueldo medio son 1900, si tú te comes dos pollos asados mientras yo te miro baboseando salimos a pollo por cabeza, la viiiiiirgennnnn. Y así todo. Mentira tras mentira.
La verdad es que la cesta de la compra ha subido muchísimo más de lo que anuncian, en algunos productos hasta el 100 % y como dicen en mi pueblo, lo demás son pamplinas. Ah! y de las cuchillas de afeitar mejor no hablamos, afeitarse va a ser un lujo y  en coma tres... "Tos peluos".

08 octubre 2023

Charlando con mi padre.


* Hola Papá! ¿qué haces?

- Mira, mira esa que acaba de pasar por ahí (mirando el cielo).

* ¿Qué ha pasado por ahí Papá? ¿Una paloma?

-Una que era otra que ese...

Me coge la muñeca, enreda en mi reloj...

* ¿Qué es esto Papá?

- Un bolígrafo.

* No Papá, es un reloj.

- No. Es un bolígrafo.

* Es verdad Papá, es un boli.

- No, que, nada que no se puede, no se puede… no está bien... ahora si, espera, ahora... lo arreglo.

*¿Qué no sé puede Papá?

- Mira la paloma mira….. ¡Cuánto coche madre mí, cuanto coche…!

* ¿Quieres tomar un chocolate?

- Si

* Venga pues vamos, levántate, inténtalo tú solo. Vamos Papá, que tú puedes, ¡que eres un campeón!

Se agarra con fuerza a mis brazos, tiene mucho miedo, a veces entra en pánico así que cuando se levanta le abrazo contra mí y se tranquiliza hablándole al oído. Nos cogemos de las manos hasta que da unos pasos, luego ya caminamos sólo con una. Se le pasó el miedo.

- ¿Dónde está mamá?

* Mírala Papá, está ahí.

- Esa no es.

* ¿Y quién es esa Papá?

- No sé, una que anda por ahí… que por ahí abajo pasan muchos camiones, no sé... vienen las palomas, mira mira...

* Y ¿Quién es ese?

- Anda coño! pues quién va a ser, mi hermano. Qué rico está el café.

* No es café Papá, es chocolate. 

- No. Es café.

* Es verdad Papá. es café. 

Bendito seas Papá.


04 octubre 2023

Siempre


Esta foto la he encontrado por casualidad en Internet y mi interior ha sonreído, me ha recordado a tiempos vividos con mi abuela Andrea.

Mi abuela lo hacía todo, arreglaba la casa, cocinaba, iba a comprar y subía a los Canchos Blancos con una tina de barro en la cabeza a llenarla en la fuente y dar de comer a los cochinos y siempre, siempre que yo estaba en el pueblo, iba con ella. La quería con delirio.

He escrito mucho, muchísimo sobre ella, pero no me canso, cualquier cosa puede traerla a mi memoria, mi abuela es una fuente inagotable de amor.

Vivíamos en una casita muy pequeña, de dos alturas, con habitaciones con cortinas como puerta, un largo pasillo que moría en un patio con gallinas, la pila de lavar a la derecha y una letrina en la esquina del fondo, si, habéis leído bien, no teníamos cuarto de baño y mi abuela me bañaba en un balde de latón con jabón Lagarto, esa era mi piscina y yo, más feliz que una perdiz.

A la calle donde vivíamos aún hoy se le llama "el valle segundo", evidentemente porque esta entre el primero y el tercero, nadie la llamaba Hernán Cortés que es como se denomina, pero todo el mundo sabe dónde está. Por aquella época creo recordar casi todas las casas casi iguales y blancas... hoy, proporcionalmente hay tantas derruidas o vacías como ocupadas.

Para blanquear la fachada utilizaba un palo en el que en la punta ataba con cuerda de esparto una especie de cepillo por su mango con el que esparcía por la fachada la cal aguada, mientras yo jugaba por allí con mis primos al "guá".

Recuerdo a mi madre fregando las manchas blancas esparcidas a lo largo de la acera que producía el goteo, lo recuerdo como si fuera ayer, ayer hace más de 55 años… su pelo canoso, girando y enredando su moño mientras con la boca mantenía dos horquillas, su camisa negra, su siempre húmedo mandil a cuadros con dos bolsillos, en uno de ellos por cierto guardaba el pañuelo multiusos, con el que lo mismo nos limpiaba los mocos que curaba una herida o me secaba el sudor...,  siempre con sus zapatillas negras, siempre con su eterna sonrisa. Siempre.

Esta foto me ha alegrado el día.

02 octubre 2023

La sonrisa de Antonia.


La vida es aquello que se muere, pues bien, menos mal porque anoche me morí dos veces, en la segunda de ellas me desperté angustiado y todo. Me levanté al baño, oriné, bebí agua y me volví al catre. Me propuse no morirme más, que ya sé cómo se hace y después de dos veces no lo hago tan mal, ya me he muerto bastante por hoy. Morirme no me volví a morir, al contrario, soñé con Antonia, la reviví, estaba como siempre conmigo, no se ha enfadado tras morirse.

Era mi vecina de puerta con puerta, la de siempre y estaba como siempre, no ha cambiado. Guapa, arreglada y sonriente, amenazándome con su cachava en respuesta a mis provocadoras bromas.

Vivía sola y eso me inquietaba así que de vez en cuando llamaba a su puerta y entraba para ver si escondía algún hombre bajo la cama, otras veces para traerle el pan y cuando no, si no estaban levantadas las persianas a una hora prudencial, la llamaba por teléfono siempre con la broma de que seguro que "estaba con alguno en la cama".

Cuando en casa preparábamos cualquier cosa y aunque comía menos que un gorrión, siempre le pasaba un platito, para mí era una satisfacción impagable, tanto que no lo hacía por ella, era por mi, hacía que me sintiera bien queriéndola. Se lo merecía.

Antonia era una muy buena persona, generosa y agradecida sin límite, todo lo tenía que pagar, siempre se consideró en injustificada deuda conmigo y evidentemente, yo jamás lo hubiera permitido, me limitaba a quererla un poco y preocuparme por ella. Tonterías como representarla en las reuniones de vecinos, sintonizarle la tele tras el apagón analógico o activar de nuevo el interruptor del diferencial cuando le saltaba el automático de la luz para ella era un mundo.

Yo tocaba su timbre con código, la obligaba a usar la mirilla y por no hacerlo, una una vez la timaron vendiéndole un colchón "mágico" para la salud y no sé cuántas hijoputeces más. Evidentemente, no lo consiguieron. No podía consentirlo.

Los últimos años de su vida fueron horribles, el egoísmo y la traición de una miserable encarnada como sobrina, que tras años de presiones, amenazas, abogados y mentiras llegó hasta obligarle a abandonar su casa la trastornó por completo, le arrebató años de vida. No parecía la misma.

Pues eso, que anoche me morí dos veces pero mereció la pena, estuve con Antonia que aunque muerta sigue como siempre, amenazándome con su bastón mientras me sonríe.



20 septiembre 2023

Don Pantaleón.



Se llamaba Don Pantaleón, le recuerdo siempre de mala leche, con traje, chaleco y un nudo de corbata más apretado que la huevera de un torero. Su mano terminaba en un palo, de un metro más o menos de largo y diseño de cuadradillo, de los que escuecen de cojones. No sé por qué pero cada vez te mandaba poner la mano inmediatamente  después se te encogía una pierna a la vez que sacudías la mano buscando el frescor del aire... de ahí viene la expresión "te ponía a bailar". Tenía tal destreza que no dudo que hubiera nacido con el puto palo.
Luego estaba Don Domingo, el Director. Un gordinflón bonachón, con gafas aunque no sé para que las tenía ya que siempre te miraba por encima de ellas. A éste no se le conoció palo alguno, era el que los lunes a primera hora nos formaba en la galería acristalada del colegio para entonar el canto del himno nacional.
Por las tardes peinaba el miedo. Se repartían botellines de leche, los había de dos clases, unos con la inscripción "GURELESA" pintada con letras rojas y otras en azul. A mí no me gusta la leche, nunca me gustó, la detesto y en la vida he podido con ella, ni la leche ni el hígado en cualquiera de sus más variadas formas, pues bien, había dos opciones para su ingestión, o te la tomabas o pasabas por el palo de Don Pantaleón. Y encima te la tomabas.
El ruido de aquellas botellas acercándose a clase, chocando entre ellas en el interior de una especie de jaula metálica que las contenían no lo olvidaré jamás. Pavor embotellado.
Eran finales de los 60 en la Escuela Pública Reina María Cristina de San Sebastián. 
En eso estaba pensando, en Don Pantaleón.

15 septiembre 2023

Valores


Vivimos en una mierda de sociedad, una puta mierda sin principios, valores ni conciencia y la rutina de tener que convivir en el día a día contra el desentendimiento social e institucional es vergonzoso y provocador. No me extrañaría que cualquier persona algún día la liara.

Para simplemente dar de baja un número de teléfono móvil, cambiar la domiciliación bancaria de un recibo o presentar cualquier solicitud ante la administración o Instituciones en nombre de nuestros mayores todo son  pegas y problemas, es darte cabezazos contra la estupidez del operario de turno y la cerrazón del sistema, tal es el punto que en muchos trámites hasta se requiere la presencia física del titular, lo mismo da que esa persona tenga deterioro cognitivo severo, que le representes y lleves contigo su dni, Tarjeta de Discapacidad o que reces un rosario, o se presenta el titular o no hay cojones y para hacerlo on-line si tiene Alzheimer como si padece de almorranas, necesita certificado electrónico.

Esta sociedad está podrida y somos una puta mierda.

07 septiembre 2023

No sabe quién soy.


Que nadie le pregunte quién soy, no hace falta, lo sé y lo vivo cada día, me lo dice con el triste silencio de su lenta mirada, con la profundidad de una cruel ausencia. Ya no conversa, le cuesta mucho levantarse y caminar, tiene pánico al viento y a la lluvia, tarda en pensar, habla para sí de cosas que sólo él sabe y no entiende.
Manosea cromos de animales buscando la pareja, coloca a su manera las fichas de dominó y aplasta una y mil veces las burbujas de su juguete preferido. Mira la tele sin parpadear, ya no lee los rótulos y sólo le entretiene la vacía oscuridad de su memoria. Nada pide y nada da, sencillamente no está, come y bebe cuando se lo das. Se pone perdido con el cucurucho de helado, le embelesan las palomas y le encanta hablar a los niños.
Para el reloj de su olvidada vida cerrando los ojos mientras su familia, impotentes, luchamos con besos, caricias y abrazos contra la maldita tristeza de su enfermedad pero que nadie le pregunte quien soy, no hace falta, la silenciosa mirada de su respuesta se clava cada día en mi alma, no hace falta, él no sabe quién soy pero yo si. Es mi padre.

19 marzo 2023

Una vida sin dinamo.


Aquellas bicicletas pesaban más que un cochino. En casa teníamos una de color indefinido entre óxido, marrón y rojo viejo. La usaba mi abuelo para ir a trabajar, pesaba tanto que cualquiera diría que la había parido la forja de mi tío Esteban.

Yo no llegaba del sillín al recorrido bajo de los pedales lo que me obligaba a meter medio cuerpo bajo la barra del cuadro y recuerdo que le soltaba la dinamo para que corriera más, aún no me explico como no nos partimos la crisma bajando medio torcidos a lo que daba la gravedad por el empedrado de Las Cabeceras al Cristo, nada nos pasó nunca, algún que otro porrazo de vez en cuando y a bajar otra vez. Lo de subir era ya otra historia, la perspectiva era diferente y la pendiente mucho mayor.

La vida era entrañable, la señora Ana nos nacía el avituallamiento, su puerta siempre estaba abierta, allí entrábamos y salíamos como si fuera nuestra casa, de hecho, en su poyo de los asaos, entre sudores y carreras saciábamos la sed y la buena mujer, a sabiendas de ello nos dejaba sobre la corcha de la tina el cazo dispuesto, uno para todos y todos a beber de uno, nada pasó nunca, nada nos pasaba más allá que alguna que otra cagalera.

Cuando no nos jugábamos el pellejo nos apostábamos un chicle a ver quién escupía más lejos, jugando a los boliches o haciendo mandaos a dos pesetas buscando poleo o pillando higos. Creo que a la vida le gustábamos, de hecho, jugaba alegre con nosotros a vivir.

Peletes en la pila nos frotaban las rodillas con estropajo de esparto, o quedabas limpito o mudabas la piel y nada nos pasaba. Hacíamos guerras con tirachinas y nada nos pasaba, alguna que otra pitera y poco más.

Creo que vivíamos otra vida, aquella vida era diferente y nunca pasó nada, nada nos pasaba y eso que vivíamos sin dinamo.

18 marzo 2023

Palabras vivas.


Entre papeles hoy he leído unas letras de un ser muy querido. La palabra escrita es el terror del olvido, una faena de rencor para el viento que no tiene nada que llevarse. Lo plasmado refresca la verdad en un caño de vida, en un paño húmedo de sentimiento, en una profusión de vivencias, sensaciones y olores rescatados de entre las nubes de la indiferencia. 
Te permiten ir por el mundo vestido de presente en el futuro, sin dolor o con las heridas abiertas, al descubierto o tapado con letra a modo de venda futura, dar vida a quien quieras cuando quieras, sin cuidado ni permiso para sanar. 
Que todo lo que en ese momento quieras quepa en la mochila de unas estrofas, sin más candado que un basto nudo correrizo, que sólo tengas que pulsar teclas para echártelo al hombro y caminar entre las voces del silencio, sin mirar atrás.
Olvidar o recordar, caminar o detenerte, nombrar o callar, ser libre sin conciencia, sin más ataduras que tu propia libertad.
La palabra escrita siempre estará ahí, recordando a quién sin quererlo será siempre recordado, flotando en la vida, en la eternidad.

09 marzo 2023

Cosas chulas.


Recuerdo que en casa de mi abuela había muchas cosas chulas, era un auténtico castillo. Recuerdo un botijo de barro sobre un platillo de esos en los que ponía "Recuerdo de no sé dónde", una mesa camilla con tapa de ganchillo y por abajo un brasero de picón con dos asas y una paleta de hierro para "revolver".

Había un calienta-camas de goma de color azul, una virgen dentro de una bola de cristal que si le dabas la vuelta veías nevar, una radio con botones y una rueda a cada lado, una plancha de hierro, una sartén grande y con el mango muy largo donde mi padre preparaba las migas, un candil de aceite con mecha de "palomilla" y un cajón con velas usadas.

En un trastero del patio al que se accedía por unas estrechas escaleras había un baúl de madera que nunca abrí, muchas revistas viejas, una bicicleta muy grande y pesada, una romana, una cesta de goma de mi abuelo con un martillo sin palo, un hacha oxidada, una paleta, varias cajas con clavos y un par de llanas viejas. En lo alto de un armario recuerdo mucha herramienta que no sé para qué valdría y un viejo balón de reglamento desinflado.

En el patio, sobre una balda a la altura de la pila de piedra había una palancana blanca descascarillada con una pastilla de jabón "Lagarto" en su interior, una cuchilla de afeitar de color bronce que se abría y cerraba con un mango a rosca y una brocha de pelo con mango de nácar blanco. Muy chula. Había también una muy usada tabla de madera para lavar y un cepillo para blanquear atado a un palo con restos de cal blanca que a mí me parecía muy largo.

Había muchas cosas chulas en casa de mi abuela.

27 febrero 2023

De paseo con mi niño.


Hoy hacía frío, bastante frío, así que el paseo con mi niño ha sido en coche. Le encanta. Él me enseña cada día que las cosas no son como todo el mundo cree que son así que tampoco hay que discutirlas, que la Isla del Camello antes no estaba ahí, que el edificio de Feygón ha crecido mucho, que nunca había pasado por aquí, que anda que no ha pasado él veces por ahí…

Que las cosas se dicen mil veces porque cada vez es su primera vez, que no ha merendado aunque haga diez minutos se haya puesto tibio, que él no ha dejado la luz encendida, qué el nunca ha sido.

Que hay que mirar sin ver, que no hay que tener malicia, que sólo hay que quedarse con lo bueno, que hay que vivir sin filtros ni caretas, ser cariñoso con todo el mundo y decir cosas que nunca me ha dicho, a dirigirse a mi como "cariño".

Hay veces que pienso que mi padre es un niño feliz, muy feliz,  y eso es lo único que me importa.

Hoy hacía frío, bastante frío. 

17 enero 2023

Vivimos.


Únicamente había dos canales de televisión, por supuesto en blanco y negro y la emisión empezaba a las seis de la tarde. La luz era de 125 voltios, los interruptores se accionaban girándolos hacia la derecha siempre 180 grados y los cables se enrollaban sobre sí mismos como una soga.

Antes de salir a la calle había que rellenar una hoja de Cuadernos Rubio al son del consultorio de Elena Francis, en la mesa camilla de la cocina, sobre un tapete de ganchillo que se retiraba para comer. Merendábamos bocadillos de salchichón, "fuagrás" o chorizo de Pamplona y el papel higiénico era "El Elefante", una verdadera lija del doce.

Todos los primos tenían su foto de la primera comunión en el salón, entre recuerdos-regalo de los vecinos de sus viajes a Zaragoza, Salamanca, Cáceres o poco más. Jugábamos y vivíamos en la calle, a las chapas o el gua, al fútbol o al escondite y nuestros juguetes eran un balón o una espada de madera, una "rana" metálica, una especie de soplador que mantenía flotando en el aire una pelotita de ping pon o los patines de cuatro kilos que se ataban a los pies con dos trinchas de cuero. La bici siempre era de otro.

Llevábamos pantalones cortos hasta los once o doce, casi casi hasta el primer afeitado, había dos reales, pesetas, duros y cinco duros y nadie tenía teléfono, así era la cosa, la Lechera, Cola Cao, chicle Cheiw y la gaseosa "Pitusa" o "Revoltosa".

Mi nieta mayor me pregunta si tenía móvil y flipa. Seguimos viviendo.