06 noviembre 2023

Triste final.


Noventa días visitando a diario la residencia de ancianos me han enseñado historias de verdad, unas tristes, otras muy tristes y alguna muy emocionante.

No sé su nombre, tiene cerca de 90 años, posada sobre una silla de ruedas, una manta de cuadros rojos y negros le abrigan las piernas. Sólo le queda un diente y siempre está frente a la entrada principal. Sonríe, siempre sonríe y saluda a las personas que acceden a visitar a sus familiares. Es su entretenimiento diario, ver a quién viene a visitar a otros. Tiene una expresión muy dulce y agradece con una especial placidez la conversación en respuesta a su saludo. Siempre está sola. Nunca la he visto acompañada.

Otra, un señor de unos 80 de edad aproximadamente, mirada perdida y enfocada al suelo, forzando incluso el cuello hacia si, no habla, le tiemblan mucho las manos. Todos los días recibe la visita de una de sus dos hijas y sólo reacciona cuando escucha las canciones en francés que le canta una de ellas. Se las sabe todas. Tiene Alzheimer.

Un señor, éste de más de 80 años, va y viene cada día en el autobús a ver a su esposa, lo mismo da que haga sol, llueva o truene, allí está él. Ella mantiene una difícil postura sobre la silla de ruedas, retorcida sobre sí, con la cabeza totalmente inclinada hacia uno de los lados. Él la lleva de paseo hasta el parque, allí le pone un babero y cucharada a cucharada cada día le da un yogur, apenas puede tragar y gran cantidad se le derrama por la comisura de los labios, él limpia su cara con sumo cuidado mientras le habla con un cariño infinito. Siempre cogida de la mano. Ella de vez en cuando da unos chillidos que al pobre hombre le violentan y mira a las personas que allí nos encontramos sonriendo como pidiendo disculpas. Ella tiene Alzheimer. Es una auténtica, verdadera y emocionante historia de amor.

La residencia la ocupan ciento sesenta personas, reciben visita no más de cincuenta. Noventa días me han bastado para leer sus rostros, unos tristes y otros muy tristes. 

La vida en su final no debería ser así, nadie se merece tanta tristeza, tanta soledad, es cruel, son el triste final de muchas historias.


1 comentario:

César de Bilbao dijo...

Te escribiría un buen comentario In, pero las lágrimas no me dejan.
Cuídate vales mucho.
Un abrazo