03 agosto 2014

La ducha del Hotel.


Ya lo sé, acabo de descubrirlo. Este fin de semana se han confirmado todas mis sospechas y por fin, tras alcanzar la sabiduría de motu y carne propia, ya sé como aprendió Michael Jackson a bailar de esa forma tan espectacular, ya lo sé, aprendió en la ducha de un hotel, fijo!!.
Lo de las duchas de los hoteles es de traca, ya son muchos los casos sufridos en la tierna, suave y nada trabajada piel de quien aquí se asoma, hemos sufrido lo nuestro y tras largas y diversas experiencias, tras éste fin de semana estamos en condición de asegurar sin ningún género de dudas sobre el método de aprendizaje para bailar como bailaba el gran Michael, no el del coche fantástico no, el otro, el jackson ese de las pastis y tal.
Llegas al hotel, generalmente cansado y como casi siempre viajamos en moto, pues lo primero que haces es pegarte una ducha, o intentarlo. Llegas con ansia, entras a la habitación sudoroso y en un pestañeo ya estás despelotado frente a la ducha. La miras con deseo, con pretensión, con pasión. La cosa no debería ser muy complicada, solo es entrar, cerrar, abrir el grifo, tantear la temperatura y relajarte bajo el agua, yatá, así de fácil. Error, craso error. La maléfica te espera...
Entras y cierras la mampara, de repente tienes frente a ti un aparato que no sabes si es una ducha o el mazinger zeta ese, solo ves algo extraño, enorme y por supuesto sin manual de instrucciones. Atónito buscas algo que cuando menos te resulte familiar, aquello tiene tres mandos, cuatro botones, dos palancas oscilantes y nada de color azul ni rojo para probar.
Temeroso y esperando no sé qué abres uno al azar, cualquiera, ese mismo. Error, craso error, de repente sale del suelo un chorro de la virgen, frío como un témpano y colisiona directamente en la zona supra-almorranal con desplazamiento por simpatía e invasión húmeda hacia la subtesticular. Cara de susto y primer movimiento extraño a lo Jackson, en un pis pas, cierras las piernas, las cruzas y a la vez te echas de espaldas contra la pared mientras giras 180 grados. O más. Ya sabemos un mando que no hay que tocar ni pa Dios.
Lo intentamos con el del al lado pero un poquito nada más, la viiiirgen!!!!, ahora te ataca por detrás con cuarenta mil chorros que brotan por doscientos agujeros diseminados y estratégicamente ocultos por toda la pared, de la cabeza al talón y por supuesto fríos de cojones. Movimiento sexy, cuerpo estirado, encorvado hasta lo insospechado para atrás con súbita inclinación hacia la derecha y giro hasta alcanzar el perfil del agua. Magia.
Ahora es cuando te das cuenta que no vales pa ná, de repente lo miras y... te ha desaparecido "eso" y en los pezones puedes hasta colgar toallas. Que pena...
Empiezas a jurar y optas por probar otra técnica que consiste en salir de la ducha y abrir los mandos desde fuera, osea, a lo cobardica y desde la retaguardia. Error craso error. Te posicionas fuera de la zona de influencia y vas a por el tercer mando, el que falta, de las palancas y botones pasamos, eso ya es demasiado complicado. Te apoyas en la puerta-mampara, inclinas hacia tu cuerpo hacia el interior y lo giras. Oleeeee. Se abrió el pantano y todo para ti. Sale agua por todos los lados menos por uno. Te empapa de arriba abajo y tras cerrar la puerta en defensa propia te das cuenta que veinte mil chorros colisionan directamente desde dentro contra la puerta, de frente y desde arriba. La jodímos. Dilema, hay que entrar como sea porque tarde o temprano habrá que cerrar los grifos....
Juras, perjuras y la otra..., si, esa, la que nos acompaña, la lista esa que todo lo sabe, la tocacojones de siempre se está partiendo en dos. se descojona de risa con la escena mientras pretendía fotografiar el momento con el móvil... no te jode...
Nuestra única esperanza era el que por lo menos el agua "templara"... joder que si templó... aquello empezaba a nublarse a cuenta del vapor... no se junaba nada, veía menos que un muerto boca abajo.
Hay que hacerlo, hay que echarle cojones, yo solo me animaba..., ¡¡¡vamos legionario!!! solo hay que entrar, cerrar la mampara para no inundar el baño y girar el grifo. Solo eso. Podéis imaginaros el resto, Impresionante coreografía. Ahí y en ese mismo momento es donde nos hemos dado cuenta que no era tan difícil, que no tiene mérito la cosa, que el truco de Michael era ese, que ya sabemos como lo hacía y donde había aprendido..., así cualquiera no te jode... en la ducha de un hotel.