02 octubre 2023

La sonrisa de Antonia.


La vida es aquello que se muere, pues bien, menos mal porque anoche me morí dos veces, en la segunda de ellas me desperté angustiado y todo. Me levanté al baño, oriné, bebí agua y me volví al catre. Me propuse no morirme más, que ya sé cómo se hace y después de dos veces no lo hago tan mal, ya me he muerto bastante por hoy. Morirme no me volví a morir, al contrario, soñé con Antonia, la reviví, estaba como siempre conmigo, no se ha enfadado tras morirse.

Era mi vecina de puerta con puerta, la de siempre y estaba como siempre, no ha cambiado. Guapa, arreglada y sonriente, amenazándome con su cachava en respuesta a mis provocadoras bromas.

Vivía sola y eso me inquietaba así que de vez en cuando llamaba a su puerta y entraba para ver si escondía algún hombre bajo la cama, otras veces para traerle el pan y cuando no, si no estaban levantadas las persianas a una hora prudencial, la llamaba por teléfono siempre con la broma de que seguro que "estaba con alguno en la cama".

Cuando en casa preparábamos cualquier cosa y aunque comía menos que un gorrión, siempre le pasaba un platito, para mí era una satisfacción impagable, tanto que no lo hacía por ella, era por mi, hacía que me sintiera bien queriéndola. Se lo merecía.

Antonia era una muy buena persona, generosa y agradecida sin límite, todo lo tenía que pagar, siempre se consideró en injustificada deuda conmigo y evidentemente, yo jamás lo hubiera permitido, me limitaba a quererla un poco y preocuparme por ella. Tonterías como representarla en las reuniones de vecinos, sintonizarle la tele tras el apagón analógico o activar de nuevo el interruptor del diferencial cuando le saltaba el automático de la luz para ella era un mundo.

Yo tocaba su timbre con código, la obligaba a usar la mirilla y por no hacerlo, una una vez la timaron vendiéndole un colchón "mágico" para la salud y no sé cuántas hijoputeces más. Evidentemente, no lo consiguieron. No podía consentirlo.

Los últimos años de su vida fueron horribles, el egoísmo y la traición de una miserable encarnada como sobrina, que tras años de presiones, amenazas, abogados y mentiras llegó hasta obligarle a abandonar su casa la trastornó por completo, le arrebató años de vida. No parecía la misma.

Pues eso, que anoche me morí dos veces pero mereció la pena, estuve con Antonia que aunque muerta sigue como siempre, amenazándome con su bastón mientras me sonríe.



1 comentario:

César de Bilbao dijo...

Hola Pin
Siempre leo un par de veces mínimo lo que escribes, este han sido tres porque me ha recordado a la Sra. Germana una vecina de cuando era niño y para no extenderme... Me has saltado las lágrimas, como haces siempre.
Sigue así por favor y no cambies nunca.
Un abrazo muy grande... Como tú.