17 enero 2023

Vivimos.


Únicamente había dos canales de televisión, por supuesto en blanco y negro y la emisión empezaba a las seis de la tarde. La luz era de 125 voltios, los interruptores se accionaban girándolos hacia la derecha siempre 180 grados y los cables se enrollaban sobre sí mismos como una soga.

Antes de salir a la calle había que rellenar una hoja de Cuadernos Rubio al son del consultorio de Elena Francis, en la mesa camilla de la cocina, sobre un tapete de ganchillo que se retiraba para comer. Merendábamos bocadillos de salchichón, "fuagrás" o chorizo de Pamplona y el papel higiénico era "El Elefante", una verdadera lija del doce.

Todos los primos tenían su foto de la primera comunión en el salón, entre recuerdos-regalo de los vecinos de sus viajes a Zaragoza, Salamanca, Cáceres o poco más. Jugábamos y vivíamos en la calle, a las chapas o el gua, al fútbol o al escondite y nuestros juguetes eran un balón o una espada de madera, una "rana" metálica, una especie de soplador que mantenía flotando en el aire una pelotita de ping pon o los patines de cuatro kilos que se ataban a los pies con dos trinchas de cuero. La bici siempre era de otro.

Llevábamos pantalones cortos hasta los once o doce, casi casi hasta el primer afeitado, había dos reales, pesetas, duros y cinco duros y nadie tenía teléfono, así era la cosa, la Lechera, Cola Cao, chicle Cheiw y la gaseosa "Pitusa" o "Revoltosa".

Mi nieta mayor me pregunta si tenía móvil y flipa. Seguimos viviendo.

No hay comentarios: