30 marzo 2015

Nada es como antes.


A las siete de la mañana ya estaba yo tomando café, que pena, nada es como antes. Hemos perdido el romanticismo de los restos y el sedimento, lo melancólico de la bayeta para todo. Como echo de menos aquellos bares de siempre, españoles, castizos con dos cojones y medio, bares de camarero con trapo de cuadros al hombro y delantal por la cintura, barras de madera vieja y adherente, superficies pegajosas sin formica donde te tiraban un puñado de cacahuetes para pasar la caña, para ti y para el que viniera detrás, aquellos platillos de aceitunas rebosantes de caldo, los suelos petados de colillas, huesos de oliva, servilletas usadas y cáscaras de frutos secos, aquellos tubos metálicos donde apoyar el pié para mantener el equilibrio como punto de apoyo perpendicular a la barra, aquellos váteres-gimnasio de agujero al suelo... Nada es como antes, hoy te ponen el pincho con una ramita de perjil en un plato cuadrado donde cabe la tortilla entera, el café con galletita en bolsa cerrada y los camareros no tienen las uñas negras. Pena de evolución. Nada es como antes.

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