19 noviembre 2016

La behache.


En mi época había dos clases de niños. los que tenían bici y los que no, que pena de los segundos, nos moríamos de envidia.
Creo que entre nosotros el único que la tenía era José Manuel y de casta le viene al galgo, hoy es uno de esos banqueros que no bancarios asquerosamente montados en pasta y del que curiosamente he vuelto a saber por la prensa más de cuarenta años después.
Era una behache blanca con el manillar y guardabarros cromados, toda una behache y de las buenas. El tener una bici de esas era todo un lujo, si tenías una bici y encima era behache tenías un montón de amigos y si además merendabas bollos de aquellos que venían en una bolsa de plástico transparente tipo perrito caliente rellenos de nocilla... entonces ya eras Dios.
Nos poníamos en fila para que nos dejara dar una vuelta alrededor de Itxas Mendi que venían a ser algo así como trescientos metros a mayores, unos trescientos metros para lucirse a tope, trescientos metros de los de mentiras, pero qué trescientos metros...
Hoy la cosa ha cambiado, hoy hay dos clases de niños, los que tienen móvil y los que no. Que pena de los primeros, y encima merendarán veneno mimetizado en asquerosos bollos de esos rellenos de nocilla...

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