08 abril 2016

Cochinadas.

Hace años, muchos años, allá por los ochenta a.c. vivíamos en Polio, una zona de la ciudad en medio de cuestas donde fueras por donde fueras tenías que subir una rampa de tres pares de cojones, pero no una rampa cualquiera no, una rampa de las de piolet y pies de gato.
Vivíamos en un piso de dos habitaciones con poco más de cuarenta metros cuadrados y de los que una muy sustancial parte los ocupaba un aparato de aquellos de vídeo uvehacheese que todavía debe de estar hibernando por el trastero.

Las tardes de aquellos lluviosos e invernales domingos en los que el curro lo permitía eran tardes de sofá con peli, y mi mujer que a base de duro entrenamiento aún hoy y desde entonces ostenta el récord de Campeona del Mundo de I.G.M. (Ingestión de Gominolas por Minuto) lógicamente necesitaba de un periódico e intensivo entrenamiento que normalmente realizaba mientras se tragaba  la película y así...
- Anda cuqui, "porfa"...  (ya estás jodido Pin, cuando te llama cuqui ya estás jodido).
- Que no joder, no me hagas salir de casa, mira la que está cayendo...
- Joooo, anda, "porfa" (y dále con el "porfa"), que es un minuto, anda... que no tardas nada...
- Que no coño, que no me apetece salir.
- Venga! si me traes cochinadas te hago... patatas con bacalao.
Buuuuaaaahhhhhh, paraaa, paraaaaaaaaa que eso ya es otra historia. Cuando mi mujer me dice "te hago" no se refiere a lo que estáis pensando, no, no habla de cualquier chorrada o caprichito puntual sin importancia ... no, estamos hablando de "patatas con bacalao", osea, de lo empíreo, el manjar de los manjares, la delicia gastronómica nacional, el orgasmo del paladar, lo que se come cada día en el paraíso, el premio a toda una vida sin pecar, patatas con bacalao!!!! sólo con pensar en las patatas con bacalao aparecen en mi rostro los primeros síntomas de una horrible mutación en la Esteban esa de la tele, por las patatas con bacalao... maaaaaato.
Ahí veías al pobre Pin, escalando bajo la lluvia hasta General Dávila para llegar al videoclub y regresar con una peli y una bolsa enorme de cochinadas para su entrenamiento. La causa lo merecía.
No era raro que por el camino me encontrara con algún que otro pringao que como yo saliera a comprar cochinadas, unos por una íntima promesa con final feliz y otros como yo por lo verdaderamente importante, por lo etéreo y celestial, por una cazuela de patatas con bacalao pero eso si, en cuanto a lo de cochinadas todos sabíamos lo que eran, eran gominolas y punto... pero es que hoy... no sé no sé...
Esta mañana al venir a trabajar me ha coincidido parar delante de una tienda de esas de autoservicio veinticuatro horas de las que venden de todo, patatas fritas, café, chuches, recargas de móvil, bocadillos calientes y... ¡¡¡productos eróticos!!!
Bufffff, eso me ha hecho pensar e inmediatamente me he acordado de aquellas tardes de domingo de peli con cochinadas y es que, por más que lo intente no me imagino yo encontrándome con algún conocido en la puerta de un establecimiento anaranjado de esos y decirle que venía a alquilar una peli y comprar cochinadas... no, va a ser que no, que ni por las patatas con bacalao.

No hay comentarios: