05 enero 2024

Tarde de Reyes.


Esta historia la conocen mi familia, los amigos más cercanos y por supuesto los participantes. Por aquella época y durante bastantes ediciones, en mi barrio celebrábamos un belén viviente bastante importante y con cierta excelencia organizativa, era toda una representación teatral de calle al que asistía muchísimo público, con escenario, narración, música y un montaje muy trabajoso en la que participaban un gran número de vecinos, no menos de cien personas entre personajes y montadores de todo aquella historia.

En una ocasión, al finalizar la representación se acercó a nosotros un cura muy peculiar. Era popularmente conocido como "Sandalio", tampoco es muy difícil adivinar el porqué del apodo, nunca usaba otro calzado.

Entre sus actividades estaba la asistencia espiritual o como se llame su servicio en la Residencia de Ancianos de Cueto, un gran centro asistencial para mayores muy cerquita de la capital, y nos ofreció la posibilidad de que nuestros tres Reyes Magos se presentaran en su Residencia con sus disfraces y toda la parafernalia el día 5 por la tarde para hacer un reparto de regalos a los residentes. Él se encargaría de solicitar a sus familiares que depositaran previamente en el Centro cualquier cosa y prepararlo todo. Por supuesto dijimos que si. Faltaba más.

Pues nada, que el día en cuestión allí nos presentamos. Entre pitos y flautas fuimos unas diez personas y a mí me tocó de Rey Melchor y recuerdo que de Baltasar hizo el bueno de José Zamanillo (QEPD).

Aquel salón donde celebramos la entrega debía de ser el comedor dadas sus dimensiones, habían preparado un atril y concentrado a un montón de abuelitos, unos expectantes y otros medio dormidos, el caso es que el cura iba diciendo el nombre de cada residente en la etiqueta adherida a cada envoltorio y nosotros nos desplazábamos hasta donde estaba para darle su regalito y decirle cuatro palabras cariñosas.

Una y no más Santo Tomás. De los más de 200 personas residentes y asistentes en aquel salón, tuvieron frasco de colonia o similar no más de 30, cuando pasábamos entre ellos más de uno, con lágrimas en los ojos nos dijo que no quería ningún regalo, que sólo quería que le visitara alguno de sus hijos.

Aquello fue durísimo, aquella sensación de abandono, aquella soledad y tristeza como interna compañía, aquella absoluta falta de humanidad y cariño para con aquellos abuelitos  por parte de sus familiares me revolvió el alma, me dolió especialmente y me prometí a mi mismo que jamás volvería a vestirme de Rey Mago y volver a hacerlo, y lo cumplí. Aquello me hizo pensar mucho y sentir demasiado.

Aquella tarde de Reyes fue durísima, fue tan dura que habrán pasado más de veinte años y jamás podré olvidarla. Imposible.

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